Valencianistas de verdad y valencianistas impostados
Cuando uno se tiene que convencer delante del espejo para converse de que es algo que no es... pues eso, mal

Cuando escucho a Quique Sánchez Flores sé que lo estoy haciendo a un valencianista de corazón. Y eso no me pasa con todas las voces que oigo y que, según dicen ellos mismos, son valencianistas.Y quien me conoce hace años sabe que no somos especialmente amigos, aunque también es cierto que, con los años, no creo que haya tantas diferencias como yo podía pensar en un momento dado, y que dije y repetí hasta la saciedad.
Con ese poso de la edad ves las cosas más claras, por supuesto, y por eso, cuando Quique habla, yo le escucho, y percibo de forma clara que es un aficionado del Valencia hablando a corazón abierto, sin miedos ni tapujos, con su verdad, con sus ideas, pero sobre todo, con valencianismo. Y eso, repito, cuando pasa con otros que se quieren erigir como adalides de no sé muy bien qué, de verdad, no me pasa, y eso no es algo que pueda criticar, sino que no compro esa verdad que me venden.
Porque cuando ese otro perfil dice cosas, siempre se desprende ese aroma a que somos segundo plato, a que quieren ser pero que no son, a que al final, lo bueno siempre está lejos y nosotros somos lo malo. Es lo que tiene querer ser valencianista porque has cobrado un sueldo durante años, que oye, hay muchos que han acabado sintiendo algo muy fuerte por nosotros, pero otros, no tanto. Y repito, eso no es malo. Lo malo es querer pasar por lo que no eres, y dar lecciones.