La ilusión por el Valencia de los nanos

El gran éxito del Valencia de Baraja es conseguir que el valencianismo vuelva a sonreír. Lo que está pasando va más allá del fútbol y de un puñado de buenos resultados. Hace un año nos escoltábamos en una de las peores situaciones deportivas de la historia, cuesta abajo y sin frenos, con un máximo accionista que se negaba a fichar, que eso no ha cambiado, y con un entrenador que salía corriendo después de ver que podía asociar su nombre a un desastre de enormes proporciones.

Todo era oscuro, triste, al borde del precipito y con una ansiedad y una amargura que podía con todos nosotros. Lo dimos todo por terminado, por finiquitado, pero entonces llegó Baraja, le dio la vuelta a todo, nos insufló esperanza, y pasándolo muy mal, loro dejarnos en Primera. El verano fue un carrusel, con aquel anuncio de la presidenta sobre el objetivo de no bajar, con de nuevo la ausencia de fichajes…

Pero otra vez el Pipo volvió a sacar el sentido común valencianista a pasear, le quitó hierro y drama a las cosas, porque es lo mejor que puede hacer, y poco a poco, contra lo que muchos pensaban, está haciendo crecer a un equipo que, con sus cosas, nos hace sentir orgullo, más allá de ganar o perder. Y eso no es fácil, nada fácil, y mucho menos en esta ciudad, que nos conocemos todos y sabemos perfectamente cómo somos para casi todo. La ilusión manda, y eso, hace menos de 12 meses, era algo que nadie contemplaba ni en sus mejores sueños.