Aún no hemos entendido que el valencianismo pasa de la política del Valencia, quiere goles y victorias

Que en la semana deportiva más positiva en casi dos años se hable de algo que no sea fútbol, es para que nos lo hagan mirar a todos

Toni Hernández | 25 FEB. 2017 | 00:02

Una semana intensa la que he vivido el Valencia, como todas en definitiva, pero esta con tintes especiales, porque empezó con la resaca de la victoria contra el Athletic y siguió con el embriagador triunfo contra el Madrid, ambos necesarios como el aire para respirar, y que hacen mirar la vida de otra forma en "valenciastán". Pero la previa contra el Alavés viene marcada por el ruido de sables, de cascos de caballos desbocados que quiere mandar Amadeo Salvo, dando mandobles a quien él trajo a la ciudad pisando todas las cabezas habidas y por haber, dividiendo al valencianismo como no se recordaba, y luego, viéndose apartado de la cúpula de poder y no siendo llamado como el gran salvador (algo que debía entrar en sus planes), cual pretendiente despechado, poniendo a caer de un burro al mismo Peter Lim que él encumbró.

Su discurso se lo van a creer sus fieles, faltaría más y es perfectamente lógico, pero de ese ámbito no va a salir, aunque eso sí, ruido en el entorno se hace, ahora que es lo que menos falta hace porque se empieza a hablar de fútbol y no de otras cosas. El salvismo está latente, como lo estuvo muchos años después de Paco el roigismo, pero languidece, porque la esencia de su discurso no existe. Y a la gente le da igual, ese y cualquier otro que no sea el que lleve a su equipo a ganar partidos. Eso y nada más es lo que pide el valencianista, que tiene memoria y no es tonto, que pone a parir a Lim porque tiene al equipo como lo tiene, pero tampoco olvida porqué está aquí. La política valencianista aburre, hace muchos años, a los que de verdad sienten este club.