Villarreal CF-Levante UD (1-0): Un error de Mariño castiga a los 'granotas'

El Levante de Lucas Alcaraz se convirtió en una nueva víctima del imparable Villarreal, esta vez con un error de su portero en una acción del argentino Vietto.

Redactor Jefe | 25 ENE. 2015 | 15:10

Un error de Mariño condenó al Levante UD en su visita al enrachado Villarreal CF. Los locales, que ya suman 17 jornadas sin conocer la derrota, aprovecharon un solitario gol de Vietto para llevarse un partido sin mucho brillo, donde incluso Barral tuvo la posibilidad de poner por delante a los 'granotas' poco antes del 1-0. No hubo premio y sí una nueva tristeza levantinista, esta vez en la jornada 20 de la Liga española.

Transita buscando el Levante un guiño de complicidad con el marco de la competición liguera para fortificar su autoestima, un hecho puntual al que aferrarse para cambiar el sino de un enfrentamiento; un golpe de fortuna o de azar para anudar un partido que se le resiste en los últimos tiempos, pese al cambio de formato exhibido desde el duelo de vuelta de los octavos de Final de la Copa del Rey frente al Málaga, con remontada incluida, y, como antítesis, se encontró con un gol en contra de sus intereses en una de las escasas llegadas de la escuadra que prepara Marcelino a los dominios de Diego Mariño.

Las dinámicas, como sucede con las meygas en tierras gallegas, parece que haberlas haylas. Es evidente que no todo es cuestión de la suerte, pero hasta ese componente parece abandonar a un Levante obcecado en enarbolar la bandera de la resistencia por más que los dos postreros enfrentamientos del campeonato de la regularidad se hayan resuelto con sendas derrotas que sitúan al bloque que prepara Lucas Alcaraz al borde del abismo.

Abruma la derrota, pero quedan las sensaciones y las emociones destiladas por el grupo blaugrana. Y quizás haya que aferrarse a esos aspectos para afrontar el duro itinerario que se presagia por el horizonte después de superar el primer duelo de la segunda parte de la competición liguera en la máxima categoría. Como aconteció en Elche, hace escasamente una semana, el Levante decidió mudar su piel para ofrecer una versión diferente sobre la superficie del rectángulo de juego, aunque como sucedió sobre el verde del Martínez Valero, su puesta en escena no conjugó con el marcador final.

No obstante, es el camino. Al Levante no le tembló el pulso en el coliseo de El Madrigal. Y no parecía una misión sencilla en su ejecución. El Villarreal ofrece en las últimas semanas una consistencia y una garantía absoluta de gol.

Conforma un bloque que se encuentra a gusto consigo mismo. Y ese aspecto lo traslada al interior del verde. Son los intangibles del fútbol que subyacen por debajo de la glacial estadística. No obstante, sus números y sus prestaciones resultan indiscutibles. Es incuestionable que hay una filosofía acentuada y unas coordenadas marcadas en el colectivo que alecciona Marcelino desde el banquillo. Y las raíces de este planteamiento vital hay que rastrearlas en el pasado.

Es un equipo que sabe qué quiere jugar. Quizás una de las virtudes del Levante fue lograr desarticular ese entramado desde una perspectiva global. La escuadra granota logró desnortar al Villarreal y llegar a confundirlo. Convirtió en previsible a un equipo con, infinidad de automatismos, que se caracteriza por una extremada capacidad de sorpresa a partir del dominio de los distintos vectores que condicionan la práctica de fútbol.

El Villarreal marchó a los vestuarios con una sensación de zozobra en sus movimientos. Era un equipo algo lento en su ejecución y predecible con el balón en su poder. Era académico en sus movimientos, pero le faltaba picante en los metros finales y verticalidad. No era el bloque vertiginoso de otras fechas. El Levante contenía a su oponente a base de disciplina, actitud y orden. Las líneas estaban bien definidas y su organización impedía que su adversario lograra encontrar espacios por los que progresar. El Levante trataba con mimo el cuero y por momentos decidió imponer el ritmo del partido. Su rigor táctico era claro y difícil de desenmascarar para el grupo amarillo. El Villarreal se sintió cuestionado y algo aturdido durante algunos pasajes. Es muy posible que no esperara un Levante que quería sublevarse.

Sin embargo, la lacra que mancilló su discurso fue la falta de acierto en la zona de ataque y el hecho de no conseguir solucionar las ocasiones gestadas. David Barral se topó con la pierna de un defensor cuando había ganado la posición y se enfrentaba a Asenjo. Y Casadesús no pudo reorientar un cabezazo que olía a gol. No erró Vietto. El atacante conjugó fe y velocidad de reacción para aprovechar un rechace de tras un potente disparo de Trigueros de la frontal del área.