Un Valencia atrapado en la irregularidad
Corberán afronta su etapa más complicada en Mestalla con un bloque que no logra recuperar ni seguridad ni regularidad

El Valencia atraviesa un momento delicado, los últimos resultados han destapado una realidad que va más allá de la clasificación: el equipo ha perdido confianza y se muestra incapaz de sostener partidos que tenía encaminados. Lo que antes era una virtud, ahora se ha convertido en una debilidad.
La sensación de solidez, tan presente en la segunda vuelta del pasado curso, se ha evaporado. En varios encuentros el Valencia empezó bien, logró ponerse por delante o competir de tú a tú, pero acabó diluyéndose en la segunda parte. La falta de concentración en los minutos finales ha costado puntos que, a estas alturas, pesan en lo anímico y en lo numérico.
Otro de los factores preocupantes es la desaparición de algunos jugadores llamados a ser referentes. Futbolistas como José Gayà o Javi Guerra, piezas clave por liderazgo y calidad, no atraviesan su mejor momento. El capitán sigue sin encontrar continuidad física ni futbolística, y el joven centrocampista parece haber perdido parte de la frescura y atrevimiento que le convirtieron en una de las grandes irrupciones del equipo. Sin sus aportaciones, el bloque se resiente tanto en defensa como en la generación de juego.
A ello se suma la figura de Carlos Corberán, que vive probablemente su momento más complicado desde que aterrizó en Mestalla. La irregularidad del equipo cuestiona sus planteamientos y su capacidad de reacción durante los partidos. Corberán no ha perdido crédito, pero sí se enfrenta al desafío de recuperar la intensidad y el orden que definieron su etapa inicial.
El Valencia necesita reencontrarse con sus señas de identidad: disciplina táctica, compromiso colectivo y confianza en los momentos decisivos. Sin esos ingredientes, la irregularidad amenaza con convertirse en la norma.