Mijatovic, el Valencia y el perdón
Ni en España ni en Madrid entendieron nunca nada, porque no nos importó dónde se fue, sino cómo lo hizo, cómo nos engañó

"Era joven y no entendía el amor a un club. Ahora yo me enfadaría más conmigo mismo que la afición del Valencia". Las palabras son del señor que llevó el número 8 en el Valencia en la temporada 95/96. El mejor jugador que he visto con nuestra camiseta puesta, a un nivel que otros estuvieron cerca, pero que ninguno igualó y mucho menos superó. El tipo que nos dio la puñalada más trapera que recuerdo y encima se rió en nuestra cara.
Cuando este señor traiciona al Valencia y miente a decenas de miles de personas, yo no era ya un crío. Tenía 22 años, ya estaba metido en los medios, y además, él fue al primer jugador profesional que entrevisté en mi vida. Se descojonó de todo el valencianismo, que soñaba de nuevo con algo grande después de la final del 95 (creo que no gritado un gol más fuerte que el suyo aquella noche bajo el agua) y el subcampeonato del 96.
"Ví que Kempes jugó allí, era mi ídolo", dice ahora, casi 30 años más tarde. ¿Perdonar? No se trata de eso, porque al final, el tiempo lo cura todo. Se trata de respeto, de nada más. Le agradezco que estuviera en el Centenario del club, algo que no todos hicieron, pero aquel verano de 1996, todo lo que sucedió y cómo nos afectó a todos los niveles, se puede atemperar con el tiempo, pero no perdonar. Yo al menos no pienso hacerlo en la vida, aunque no pare un segundo de tiempo en pensar en ello.