El descenso del Valencia a Segunda

“El Valencia va a bajar a Segunda División”. El pensamiento lo leo, lo escucho, lo palpo en el ambiente, en el entorno del club. No sé si es miedo, si es preocupación, o si en algún caso muy concreto puede incluso a constituir una especie de deseo en función de intereses.

Aunque no me cabe en la cabeza que ningún valencianista, por mucho que quiera seguir un relato, pueda desear que eso pase. A estas alturas ya sabemos que nada cambiaría, al menos en cuanto a la propiedad, y eso es algo que nos tiene que hacer pensar a todos.

Pero más allá de todo esto, lo que creo que es debemos tener un poco de calma, que sí, que el equipo es peor que el año pasado, que no se han hecho los fichajes que hacían falta y que reclamaba Baraja desde el pasado 4 de junio, que la operación salida ha sido más lente que el caballo del malo… pero matar al equipo en el mes de agosto, aunque el mercado de fichajes se vaya a cerrar con un suspenso por muchas cosas, sinceramente lo veo osado.

Porque además, el fútbol es caprichoso como un niño pequeño, y da giros maravillosos y brutales que son los que lo hacen tan especial. Y no, no digo que podamos estar arriba porque no lo pienso y no lo creo, pero sí afirmo que hay un trabajo, que hay unos jugadores que lo interpretan, y que con mil carencias, igual somos “menos banda” que el curso anterior. Además, si yo fuera Baraja, y más allá de cómo estén las cosas el 1 de septiembre por la noche, usaría todo esto para motivas aún más al personal, para tocarle la fibra sensible, para hacerlos saltar como lobos y rebelarse contra la adversidad.

Y eso es algo que también noto en parte de la afición, cada vez más, porque si vamos más de 42.000 por partido a Mestalla es porque creemos en nuestro equipo y sabemos que tenemos que ayudarle. No tengan prisa por enterrar a nadie, que para eso siempre hay tiempo. Y mientras, vamos a apoyar al Valencia, que al final es lo más importante.