Un valencianista de lejos, en diferido

Álex Ramírez Berna, alicantino, valencianista y amigo, nos traslada las reflexiones de un sentimiento vivido lejos de esta tierra

Toni Hernández | 10 MAY. 2023 | 00:02
Mestalla

Soy alicantino de nacimiento y del Valencia de corazón. Un valencianista de lejos, en diferido. En tierra hostil. Aunque no, no. Lo cierto es que ya no es así. Alicante ya no es tierra hostil para un aficionado al Valencia. E incluso me atrevería a decir que ya apenas es tierra de fútbol. Ése es mi principal miedo en cuanto a todo esto que nos está pasando a todos los que amamos ya sea de cerca o de lejos al Valencia C.F., que este puede ser el primer paso hacia un abismo del que es imposible atisbar el fondo, el desenlace. Tengo entendido que hay quienes piensan que un descenso puede venirnos hasta bien.

Que si todo explota, el de Singapur se irá (aunque es raro decir que se irá cuando apenas ha venido). Yo no lo creo. Yo creo que es mucho más difícil vender una mercancía tarada que una en mejores condiciones. Soy comerciante y creo que sé de lo que hablo. Pero no me preocupo por el negocio de Peter, que no se me entienda mal. Me preocupo por esa parte de mí que sufría y disfrutaba con Fernando, con Pedja, con Claudio, con Pablo, con Gaizka, con David, con el otro David, con Fabián, con Santi y con tantos y tantos otros jugadores.

Grandes jugadores. Ahora no. Ahora solo sufrimos. Y está claro el porqué: que ahora ya no tenemos grandes jugadores. Uno o dos como mucho. Ése ha sido el resultado de la sangría traída por la incompetencia. Y la forma de sufrir ha cambiado y mucho. Esto no se puede comparar ni con lo de aquella temporada de Koeman. Ahora somos un equipo claramente en decadencia. Y así seguiremos mientras el que está al mando siga al mando. Pero ahora no toca sacar el mazo justiciero.

Ahora lo que toca es animar al equipo. Animar y empujar, desde donde sea y cómo sea. Toca alentar a los jugadores que tenemos. Porque, aunque no sean grandes, sí se han hecho merecedores de nuestro ánimo con su dedicación y su esfuerzo. Porque Gayá merece que lo ayudemos. Porque el Pipo y Marchena merecen que los ayudemos. Y porque también, así, nos estaremos ayudando a nosotros mismos.

A salvarnos. A darnos una oportunidad para que el equipo aún sea vendible y así conservar la esperanza de que algún día venga alguien que sepa lo que hace −y sepa de fútbol− y mire por el Valencia y no solo por controlar los daños económicos resultantes de una gestión desastrosa. Ahora más que nunca tenemos que estar con los jugadores y el equipo técnico; con ellos y con nadie más. Y en verano ya veremos. Lo primero es lo primero. Si algún día queremos volver a Mestalla llenos de orgullo y no de miedo y frustración, lo primero es salvar esta bala. Así lo pienso y así creo que es.

Os puedo decir, con conocimiento de causa, que una ciudad futbolera con un equipo desahuciado es una ciudad más triste. No lo permitamos. No dejemos que el valencianismo se convierta en una triste ciudad o, por lo menos, no dejemos que eso pase sin que nos hayamos dejado hasta la última gota de nuestro sudor. A por la salvación y… ¡Amunt Valencia!