Desde ya, mi entrenador se llama Gennaro Gattuso, y voy a muerte con él y con el Valencia
El italiano ni tiene la culpa de nada de lo que haya pasado aquí hasta su llegada, es quien nos debe guiar a los objetivos, y en este sentido, pelear es absurdo
El entrenador del Valencia se llama Gennaro Gattuso, y desde ahora mismo, voy a muerte con él. En el contexto en el que nos movemos hoy en día tengo claro que esto será tildado de meritoner o de blanqueador o de alguna de estas gilipolleces modernas que algunos están intentando poner de moda, pero es que resulta que ese señor va a ser el que haga los equipos titulares, los cambios y los planteamientos, y de que acierte o le salga depende de nuestro futuro.
No estoy hablando de nada más, porque mi opinión sobre Peter Lim y su política no cambia, sigo pensando que su tiempo aquí ha terminado, y que falta menos que más para que venda sus acciones. Pero de todo eso, Gattuso no tiene la culpa, igual que no la han tenido otros, y ahora mismo sólo hablo de fútbol, o lo intento.
O igual lo que estoy haciendo es justificarme por todo, porque en esta ciudad, con este entorno, has de explicar mil veces lo que dices antes de decirlo, e incluso una vez lo has dicho y lo has explicado. Creo que no es un mal entrenador, por lo que dicen los que han visto su trabajo con más detenimiento.
Se supone que viene sabiendo lo que hay, que nosotros no tenemos ni idea aunque lo podemos intuir si es que el plan previsto por Meriton no ha sufrido un cambio de 180 grados, que todo puede ser aunque no nos podemos, ni debemos, hacer ningún tipo de ilusiones.
Parece que su forma de jugar no tiene nada que ver con la de entrenar, que le gusta el balón, el fútbol de calidad, y que eso sí, le imprime carácter a los grupos que forma, de los que él es el líder y por los que da la cara siempre para que se la rompan a él, algo que siempre es bien recibido en un vestuario. Repito, Gattuso no tiene la culpa de nada, es el entrenador del Valencia, y yo sólo pienso en que le salga todo bien y haga historia aquí. Historia de la buena, claro.