Dejad de llorar, sudad como animales, y si tenéis lo que hace falta, le ganáis al Valencia

No me pienso olvidar de todo lo que se ha venido diciendo desde Bilbao días atrás, y haríamos muy bien todos en recordarlo para animar al equipo

Toni Hernández | 28 FEB. 2022 | 00:05
Athletic - Valencia

El Athletic de Bilbao de Marcelino está llorando por las esquinas desde que se terminó el partido de ida contra el Valencia en San Mamés. En la sala de prensa del feudo rojiblanco, Marcelino ya comenzó con su letanía habitual, con sis quejas, sus protestas, sus peros, eso que ha hecho siempre, incluso cuando era nuestro entrenador, no nos equivoquemos. Desde aquel día no han parado, y la verdad, les ha funcionado, aunque no tanto como hubieran querido, porque lograron mover nuestro partido contra el Mallorca, que al final fue un empaste porque no se arreglaba la esencia del problema, pero aquellos llantos calaron, visto lo visto.

Lo de su presidente, diciendo al Valencia cómo tenía que jugar, y al árbitro cómo tenía que pitar, fue un episodio que, en función de cómo termine la eliminatoria dará para unas cosas o para otras, pero en cualquier caso resultó algo bochornoso, y que si lo llega a hacer el nuestro (y no le quiero dar ideas a Anil), no sé cómo termina la película. Sólo espero que todos, estos días hasta el miércoles, por supuesto más que incluido, estemos a la altura en todos los sentidos. Es decir, Marcelino es el enemigo, viene a robarnos la cartera, no es ningún santo y no es día de homenajes ni aplaudas ni otras pamplinas del buenismo que no tienen sentido.

No juega Meriton ni Murthy ni Lim, sino el Valencia, nuestro Valencia, y vamos a con ellos muerte, sin condiciones, sin mirar ni quién juega, porque el que salga llevará nuestra camiseta con nuestro escudo. Y los rojiblancos que sigan llorando, que lo harán, intentando calmar el ambiente de Mestalla o mediatizando al colegiado, pero si nos quieren ganar, que suden como animales y que le echen lo que le tienen que echar. Que nosotros haremos lo mismo, y cn nuestra gente, y como decía mi padre, “el que más puga, capaor”.