Cómo ser deportista, de élite o no, poder soportar la cuarentena

El presitigioso sicólogo deportivo José Carrascosa, de Saber Competir, nos da las pautas para poder llevar estos días de la mejor forma

Toni Hernández | 03 ABR. 2020 | 09:30
Runner en el río

Todos los deportistas están sufriendo un parón a nivel mundial que nadie podía ni soñar. Y no hablamos sólo de los profesionales, sino de todos aquellos que cada día practican su disciplina. Para todos ellos es un cambio drástico, duro de asimilar, y José Carrascosa, de Saber Competir, nos da una serie de pauta que son de casi obligado cumplimiento para poder sobrellevar esta delicada cuarantena.

El fútbol es una metáfora de la vida. Parece que los deportistas y la ciudadanía lo tienen muy claro: la respuesta está siendo colectiva y solidaria. El virus inició mejor el partido, tomó la iniciativa, corrió rápido, se adelantó en el marcador, no habíamos preparado bien el partido, hubo exceso de confianza, no se respetó el potencial del rival, hubo soberbia. Reaccionamos con el marcador en contra y jugando en inferioridad. Espero que se aprenda esta lección, la necesidad de ser y jugar en equipo, respetar al rival, preparar el partido, competir desde el minuto uno… ¿Quién iba a decir a los deportistas hace solo un mes que iban a parar completamente? El mundo para, el deporte también. Los entrenamientos se adaptan para hacerlos en casa, la competición queda en suspenso hasta que la situación pase, la incertidumbre se abre sobre el futuro, proyectos, citas, marcas, competiciones que figuraban en el calendario durante la temporada. Todo está en el aire. No se sabe bien cuánto se puede alargar, ni cómo será la vuelta a la normalidad. ¿Cómo pueden afrontar los deportistas un período de cuarentena que se está alargando y posiblemente seguirá alargándose?, ¿Qué supone a nivel emocional este alto en el camino para los deportistas de máximo nivel?, ¿cómo pueden afrontar la cuarentena?

El deportista es una persona acostumbrada a la actividad física, a un alto ritmo de entrenamientos diarios y competiciones periódicas. Son jóvenes, vitalistas, llenos de energía, acostumbrados a convivir con una buena dosis de cortisol y adrenalina, dinámicos, que necesitan estar activos… De repente todo para y hay que encerrarse en casa. En la cuarentena se entrena en casa. El ritmo de entrenamiento ha disminuido mucho, el objetivo es mantener la actividad física y no perder excesivamente la forma. La disminución brusca del ritmo de entrenamiento, encerrarse en casa veinticuatro horas y una vida más sedentaria provoca necesariamente pequeños cambios a nivel bioquímico, neurotransmisores y hormonas se ven alterados, con la consiguiente traducción a nivel anímico. Uno se siente diferente, no está mal pero tampoco bien, un tanto extraño. La manifestación puede ser muy diversa: más sensible a nivel emocional, por momentos un tanto irascible, demasiado activado, algo de bajón anímico. Además, puede que se perciban sensaciones extrañas a nivel muscular que no se tenían mientras se entrenaba y se competía.

Entrenar diariamente genera una adherencia al entrenamiento, uno necesita entrenar. Sucede en cualquier deportista, en el de máximo nivel, en el “runner”, en aquel que haga actividad física o deporte cada día. Entrenar facilita que el organismo segregue endorfinas al flujo sanguíneo, contribuyendo a una sensación de disfrute y de tolerancia del esfuerzo, lo que adhiere a entrenar, llegando a hablar casi de una adicción al entrenamiento. El cuerpo y la mente piden entrenar, pero no es posible al ritmo habitual. No dar satisfacción a esa apetencia o necesidad de entrenar puede generar emociones encontradas, sobre todo una activación elevada. Uno está «que se sube por las paredes», se siente enjaulado dentro de casa.

El mundo se ha parado, todos se han parado, no se han parado solo los deportistas. No tiene sentido enfadarse con la situación, ni siquiera llevarla resignadamente porque supone no aceptarla. Ante un panorama tan complejo, tan difícil, con muchísimos infectados, muchas víctimas, personal sanitario trabajando de manera incondicional y sin medios… no tiene sentido la actitud de “¿qué hay de lo mío?”, «qué va a pasar con mi situación, mi contrato, mi futuro, mi proyección…» La mayoría de la sociedad siente amenazado su futuro laboral. La incertidumbre es grande. El deportista es una parte más de la sociedad, la incertidumbre es para casi todos. El deportista es un privilegiado ante la crisis sanitaria. Lo es, en primer lugar, porque es joven y las probabilidades de contagiarse y enfermar son menores que para otros colectivos. Posiblemente supere esta etapa siendo asintomático, sin saber si ha estado contagiado por el virus. Es doblemente privilegiado porque recuperará la normalidad, sus entrenamientos y competiciones con más facilidad que otras personas a las que les va a resultar difícil levantarse a nivel económico, como empleados, dependientas, operarios, autónomos…

El deportista es una persona saludable. Durante la cuarentena sabe que ha de mantener un estilo de vida saludable. No le cuesta esfuerzo porque está habituado a hacerlo. Para ello ha de cuidar los horarios de descanso, sueño, la alimentación, mantenerse activo, cumplir el plan de entrenamiento diario en casa, cuidar a los suyos, atender a los amigos de forma online, mantener el sentido del humor, fomentar inquietudes y aficiones, disfrutar de no hacer nada… Se ha de cuidar no solo por mantener en cierta medida la forma física, sino también por sentirse bien, por cuidar su bienestar emocional. Los deportistas eran los iconos de nuestra sociedad antes de la pandemia. Digo eran porque después de esta etapa pueden emerger nuevos iconos, mucho más anónimos y discretos, como los sanitarios y otros profesionales que cuidan de nosotros y trabajan para atendernos. Pero aceptando que los deportistas son referentes a nivel social, están obligados a dar ejemplo. Y la inmensa mayoría lo está haciendo. Se quedan en casa, animan a quedarse en casa y se están comprometiendo con iniciativas de tipo solidario. Ser solidario comienza por mostrarse como uno más ante una sociedad zarandeada por la pandemia, sin hacer ningún tipo de ostentación. La inmensa mayoría está mostrando esta empatía social.

El deportista no puede considerar su éxito social como un mérito exclusivamente suyo. Algo tiene que ver en ello la aceptación que tiene el deporte en nuestra sociedad. De forma que considero que el deportista mantiene una deuda con la sociedad. Es tanto lo que la sociedad ha dado y sigue dando, directa o indirectamente, a los deportistas que éstos están obligados a corresponder, más aún en este momento. La sociedad genera mucho dinero para el deporte, desde la asistencia directa a los partidos y competiciones, a través de los derechos audiovisuales, la publicidad, el merchandising… Pero no solo dinero, también el deportista recibe un enorme caudal de afecto, reconocimiento, prestigio, proyección, imagen… por parte de aficionados, seguidores y público en general. El deportista debe ser agradecido con la sociedad y devolverle un poco de lo mucho recibido.

Sabíamos que vivíamos en una sociedad de cambios permanentes. Todo fluye, nada permanece. Nos enfrentamos a continuos cambios de todo tipo: tecnológicos, laborales, sociales, culturales… Debíamos estar preparados para convivir con los cambios. Los deportistas están acostumbrados a convivir con una buena dosis de incertidumbre en cuanto a resultados, contratos, duración de los proyectos, lesiones… Pero la crisis sanitaria ha generado una situación nueva, diferente, desconocida para la sociedad del siglo XX y XXI. El coronavirus Covid-19 ha llegado y ha roto nuestra seguida diaria, la salud de muchos y hasta la vida de bastantes. No se sabe muy bien cómo se comporta el puñetero virus. Se está estudiando, pero parece correr más que los expertos y mucho más que los gestores políticos. ¿Cuándo va a terminar el confinamiento?, ¿cómo se irá recuperando la normalidad?, ¿afectará a la situación laboral?, ¿qué consecuencias tendrá sobre la economía de cada país?, ¿qué traducción tendrá sobre el deporte?… Estas preguntas aún no tienen una respuesta clara, la incertidumbre es muy grande.

Cualquier persona debe ser prudente respecto al futuro, también el deportista para quien la incertidumbre se abre mucho más de lo que está acostumbrado. Hay que convivir con este elevado margen de incertidumbre, son dudas que se irán resolviendo poco a poco. Lo que es seguro es que el deportista saldrá de la cuarentena y resolverá su panorama de futuro con más facilidad que otros muchos ciudadanos. El deportista es resiliente, está entrenado para superar dificultades. La cuarentena exige del deportista algo para lo que está preparado. Sabe afrontar y superar las dificultades, sabe bien que no llegan necesariamente los mejores, sino aquellos que mejor superan las dificultades. Por tanto, hay que apelar a algo que el deportista ya tiene y sabe hacer, ser fuerte y trabajar para superar la dificultad. El deportista sabe por propia experiencia que ante la dificultad no se puede ser feliz, se siente responsabilidad, pero hay que esforzarse, resistir, perseverar, ser paciente, creer, mantener la esperanza y seguir trabajando de forma eficaz. Es precisamente lo que requiere la cuarentena por el coronavirus. No es momento para ser feliz, pero sí para mantenerse firme, tranquilo, paciente, ayudar, ser eficaz en lo que depende de cada uno y saber que se acabará superando esta situación.

El deportista está acostumbrado a convivir con la máxima exigencia, a darle respuesta, gestionarla, adaptarse, lo que le ayuda a elevar su nivel físico, técnico y competitivo. La exigencia genera tensión, una tensión que moviliza el esfuerzo y el trabajo y que multiplica la motivación. Si les hubieran dicho a los deportistas que iban a estar tres semanas confinados, sin salir de casa, hubieran dicho que no era posible, que no se sentían capaces, que no iban a aguantar tanto. Pues ahí están, ahí estamos todos, aguantando. ¿Estamos bien? No es momento de hacerse preguntas de este tipo, estamos, aguantamos, resistimos, es momento de resistir, como dice el «himno» contra el coronavirus, “resistiré”.

El deportista también sabe por experiencia que debe creer siempre, no solo cuando el resultado es favorable. Lo meritorio es creer siempre, especialmente cuando la situación se pone difícil o ante un rival poderoso. Hay que creer en el compañero, en el equipo, en el trabajo preparado y tener plena seguridad en poder superar al rival. El deportista no se engaña con grandes objetivos: puede ser ambicioso, pero se centra en el trabajo diario, sabe que alcanzar la meta es la consecuencia de un buen trabajo. Pone el foco, es decir la atención y el esfuerzo, en la tarea diaria, en hacerla lo mejor posible, en avanzar paso a paso. Sabe que alcanzar la meta es la consecuencia del trabajo bien hecho, de forma que la auténtica meta es el andar camino. Día a día, mejor que partido a partido, centrado en el proceso, mejor que en el resultado. Ahora toca estar centrado en cada día. Puede ser que el rival te someta durante fases del partido por calidad y juego. Hay que saber sufrir, mantener la tranquilidad, trabajar, seguir siendo equipo, no perder el orden y saber que se le puede dar la vuelta a la situación.

No me gusta la expresión de «ganar al virus» cuando las víctimas se multiplican un día tras otro. El virus nos ha dado un buen revés, estamos jugando en inferioridad, pero sabemos que hay que competir hasta el final del partido, aun con bajas, con la fe en lograr el objetivo. El deportista sabe mejor que nadie que el egoísmo no gana partidos, que solo se consiguen títulos siendo un auténtico equipo, trabajando en equipo. El egoísmo regala acciones aparentes, sin eficacia, que rompen el orden y desamparan al equipo haciéndolo más vulnerable. No conozco un equipo que sea competitivo en el que los defensas estén enfrentados a los jugadores de ataque, y estos con los defensas. Atrás defienden mal, arriba no generan ocasiones, es síntoma de equipo dividido y poco competitivo. Nada más alejado de la idea y funcionamiento de un auténtico equipo. Cuando la presión tras pérdida se hace con lentitud y no la hacen todos, el rival encuentra espacios para avanzar con rapidez y sorprender. Entonces hay que hacer repliegue, estar ordenados, estar muy juntos y ser solidarios para no regalar espacios y cerrar líneas de pase al rival. Solo en equipo se puede superar a un rival poderoso.