Córdoba CF-Levante UD (0-0): Un punto y todos contentos
Los de Lucas Alcaraz hicieron un partido serio en el Nuevo Arcángel y sumaron un punto que no sabe nada mal jugando a domicilio.
El Levante UD controló y maniató a su rival del Córdoba CF durante gran parte del choque, pero la pegada brilló por su ausencia en ambos conjuntos. Incluso pudo llevárselo el equipo de Djukic en el último suspiro, intento insuficiente en esta jornada 15 de Liga donde el empate 0-0 fue el premio que obtuvieron los 'granotas', que se quedan con 14 puntos a cuatro de los puestos de descenso a Segunda División.
Quizás tuviera más opciones el Levante de llevarse la victoria del Nuevo Arcángel de Córdoba, por su posicionamiento y planteamiento, pero puedo masticar la derrota en la postrera acción, ya con el tiempo totalmente agotado, cuando Fede Cartabia recogió con presteza un rechace en el interior del área granota y armó un potente disparo que salió silbando el palo largo de la meta defendida por Mariño. En un partido perfectamente vigilado por las huestes granotas en su totalidad, pudo el bloque que prepara Lucas Alcaraz regresar con la mirada extraviada. Así es la disciplina del balompié. Ni hay memoria, ni atisbo de justicia en ocasiones, aunque no fue el caso.
El fútbol, como sucede en otras disciplinas de la vida, propone paseos cercados por el amor y la muerte. Y a veces las distancias entre dos esferas tan antagónicas y diametralmente opuestas resultan exiguas; un balón que cae sin control o una aparición estelar, en forma de mano providencial, de Juan Carlos para conjurar el peligro blaugrana. Había un sentido sagrado detrás del triunfo perseguido en un encuentro entre dos equipos cercados por el vértigo que significa moverse por la zona más cenagosa de la clasificación. Los tres puntos contaban con un claro componente redentor para un bloque, el Córdoba, de regreso a su feudo tras noquear al Athletic mientras que para el Levante suponía la posibilidad de abrir un foso importante con respecto a un oponente directo.
Quizás por encima de punto obtenido haya que acentuar la imagen vertida por el bloque que prepara Lucas Alcaraz. El Levante va ofreciendo señales e indicativos, durante las últimas semanas de la competición, de atravesar por una nueva realidad. Es evidente que hay una traslación en la clasificación de este nuevo contexto, pero sobre el campo se adivinan transformaciones de calado. Es evidente que su espíritu ha mutado. Hay confianza y seguridad detrás de cada uno de los desplazamientos realizados por el colectivo en el interior del rectángulo de juego. Hay un sentido gremial y de asociación en sus movimientos. Su estado anímico ha cambiado. Y ese aspecto se traslada a su juego. El Levante ha ganado en convicción. Está convencido de lo que hace y esquiva la opción de salirse del guión marcado. Quizás este nuevo Levante en proceso de reconstrucción germina desde la retaguardia.
Es un bloque que se estructura a partir de un orden riguroso. Trata de ser simétrico una vez situado sobre el verde y está revestido de una capa de competitividad. Tiene argumentos para desactivar el juego ofensivo de su rival. En coliseo del Arcángel fue testigo de esta tendencia. El Córdoba apenas si encontró resquicios por los que colarse en dirección hacia los dominios de Mariño. De hecho, únicamente gozó de una ocasión clara en el primer acto tras un cabezazo de Deivid que fortaleció los ánimos de la afición local. Y tuvo que esperar hasta el epílogo para contabilizar la acción de Fede Cartabia. Llegaba el Córdoba embravecido a la cita tras el triunfo saldado en el feudo de San Mamés. No fue fácil vencer en Bilbao, pero pronto entendió que no hay dos partidos iguales en esta competición tan poliédrica. El Levante se sintió a gusto sobre el pasto.
Se replegó sobre su perímetro defensivo y analizó con detalle los movimientos de su contrincante. No tardó en equilibrar las fuerzas y en comenzar a crecer y a aumentar su autoestima, aunque quizás le faltó un punto más de asociacionismo una vez el cuero pasaba de mediocampo hacia las cercanías de la meta defendida por Juan Carlos. El arquero emergió en el arranque de la segunda mitad. Barral e Ivanschitz probaron los reflejos y la consistencia del cancerbero cordobés.
Fue quizás el momento de mayor determinación y de mayor amenaza por parte de la escuadra granota. Todo el peligro se originó por el costado derecho. La dupla que integran Iván y Morales va adquiriendo corpulencia y tonelaje. Una cabalgada de Iván acabó con un disparo de Barral que Juan Carlos desvió a saque de esquina. En cierto modo, los roles se intercambiaron después. Barral capitalizó la atención por la banda diestra e Ivanschitz remató de cabeza. El desenlace propició una nueva aparición de Juan Carlos para conjurar el peligro. La lluvia no cesaba de caer añadiendo un plus de épica y quizás el miedo a perder empezó a manifestarse en los minutos finales. Y paradójicamente la victoria se pudo quedar en casa en el postrer suspiro.