El Valencia de Corberán se apaga y vuelve a las dudas

La derrota por 2-1 en Montilivi ante el colista refleja el momento de desconexión que vive el equipo: sin solidez, sin reacción y con una preocupante sensación de deriva. El equipo se vio superado en intensidad, en ritmo y sobre todo, en fe.

Lo que debía ser un partido para frenar la crisis acabó confirmándola. El plan de Carlos Corberán no funcionó, y la plantilla volvió a exhibir las mismas carencias que en las últimas semanas. En los momentos clave nadie asume responsabilidad, ni en el césped ni desde el banquillo. Jugadores llamados a marcar diferencias siguen desaparecidos, los fichajes, salvo destellos puntuales, tampoco han aportado lo que se esperaba. El Valencia ha perdido la confianza y juega más pendiente del error que del acierto (en Girona volvió a suceder).

Con esta derrota, el equipo se aleja de los puestos europeos y se instala en una zona peligrosa de la clasificación. Lo más preocupante es que la dinámica recuerda demasiado a etapas pasadas, cuando el equipo se desmoronaba con facilidad ante la mínima adversidad. El fantasma de la "etapa Baraja" está en el aire. Corberán atraviesa su momento más crítico desde que llegó. El parón llega como un respiro obligado, pero también como un espejo incómodo. El Valencia necesita resetearse: recuperar el orgullo, la intensidad y la identidad que parecían consolidadas meses atrás. Si no hay una reacción inmediata, la temporada corre el riesgo de entrar en una espiral difícil de revertir.