Los palos que hemos dado a los profesionales que trabajan en el Valencia
No es que no seamos justos, es que somos demasiadas veces muy salvajes y no medimos nada, tanto el entorno como la opinión pública

El insulto permanente a los que trabajan en el Valencia es una de las cosas más despreciables que pasan en el entorno de este club. Lo he dicho mil veces, y lo seguiré diciendo mientras ocurra, que ojalá no sea siempre, por la salud mental de todos. Y lo digo por cualquier departamento, porque aquí no se hacen prisioneros, y cuando se enfila a alguien se hace de una forma muy bestia. Y no hablo de primeras espadas solamente.
Por desgracia, hemos normalizado que a Inma Ibáñez, Javier Solís, Miguel Ángel Corona o Ron Gourlay se les pueda decir del mal que se tienen que morir sin ningún rubor, y eso habla bastante mal de nosotros. Y ahí apunto sobre todo a la opinión pública, porque el aficionado puede tener más carta blanca en ese sentido, no lo vamos a negar, pero nosotros debemos marcarnos unos límites, unas líneas rojas que no traspasemos por muchas cosas.
Si analizamos cómo estamos a 1 de septiembre, en todos los ámbitos y aspectos del club, no podemos negar que es mucho mejor que hace un años, por ejemplo, y eso no se ha debido a la magia, sino al trabajo, con mayor o menor acierto, de mucha gente que está ahí dentro. Que me van a insultar por decir esto no cotiza, y me importa menos y nada, como tampoco es discutible que esto es una verdad como un castillo que, incomprensiblemente, incomoda a algunos.