Los símbolos del Valencia: sólo los que yo quiera
Cuando todo es cuestionable, por una serie de cosas que todos podemos pensar, es que algo nos tenemos que hacer ver

"La garrulada del Mestalla anaranjado" fue el título que Peyo Bort, del Levante-EMV, usó para calificar una serie de símbolos en torno al Valencia. "La horterada de pintar Mestalla de naranja y negro y de proyectar el 'taronja' en el futuro estadio son un insulto a la historia y a la identidad del Valencia (...) La estética a lo Naranjito, al igual que lo de cantar un himno regional, no responden a un criterio identitario de club", decía Bort en su columna.
No voy a descalificar la opinión de nadie, faltaría más, porque eso es algo que tenemos cada uno, y si nos lo quitan ya no nos queda nada. Pero repetiré lo que le contesté en redes sociales: "con todo respeto: el Naranja fue el color de una final que lo cambió todo, Sevilla 1999. De eso ya hace 26 años, y muchos se sienten identificados con él. No hay nada impostado, ni el color ni el himno, porque son señas de identidad queridas y aceptadas por la inmensa mayoría".
Soy del blanco y negro, y me he criado de blanco, que no me ha gustado nunca. Pero el naranja, ese color que ahora parece molestar tanto de repente, es la seña identitaria de una generación, o de varias, que arrancó, repito, hace más de un cuarto de siglo, y de la que me siento muy orgulloso cuando parimos aquella idea en la sede de Airtel en la Antiga Senda de Senent. No sentirse representado es una cosa, me parece correcto, pero faltar al respeto a quien sí lo está, que son cientos de miles, pues igual ya no es tan correcto, supongo.