Cada derrota del Valencia hace que perdamos la memoria

Cuando el Valencia pierde un partido, se nos olvida todo lo que tenemos delante. Nos salen todas las frustraciones en tropel, sin freno y sin filtro, olvidamos la plantilla que tenemos y que el objetivo de todos era no bajar a Segunda en verano, y se nos calienta la boca más que el palo de churrero.

Y lo digo en general, conmigo el primero, que el sábado, cuando me puse delante de la tele, empecé a echar cuentas si ganábamos, y más viendo la derrota de la Real ante Osasuna, y por supuesto, mirando la victoria del Betis en Cádiz. Si este plantilla queda entre los seis primeros de la Liga, hablamos claro, es un milagro deportivo de los grandes.

Porque no somos, ni de lejos, la sexta mejor plantilla del campeonato, y las carencias que tenemos, por mucho que el Pipo y sus nanos las suplan con trabajo y entusiasmo, están ahí. Ni exigir Europa ni caer en el paternalismo de si se pierde no pasa nada, porque sí que pasa, aunque hay que tener medida siempre en estas cosas, y que la bronca sea equivalente al nivel que tenemos, no a la grandeza del Valencia, porque en ese caso todo va a ir por al aire, y eso tampoco tendría sentido alguno.

El objetivo es crecer y rezar para que Lim no lo venda todo, o parte, en verano, y que podamos seguir mejorando con una base fuerte y sólida. Y los partidos que tengamos que perder, pues mira, los perderemos, pero de ahí a querer colgar a nadie del palo mayor, media un abismos gigante, e injusto.