Jaume Domènech, portero del Valencia
Su figura siempre genera controversia, porque hay una serie de estigmas fijados, pero él sigue su camino y haciéndose más grande
Jaume Domènech es historia del Valencia. Puede no gustarle a algunos, lo sé, pero eso no cambia una realidad que siempre es tozuda por encima de las cuestiones personales. La suya es una de esas historias maravillosas que se dan en el mundo del fútbol, llena de superación, de sufrimiento y de superar mil obstáculos que parecen multiplicarse por el camino. Tengo claro que dentro de 20 años será un tipo mucho mejor valorado, y que nos estamos perdiendo el presente.
Y contra eso no voy a luchar, primero porque él no quiere que lo haga, y segundo porque tengo claro que no iba a cambiar nada. Para Jaume es un premio entrenar cada día con el Valencia, pertener a este clus, ser uno de los líderes en un momento más que delicado de la historia. Y lidiar con que haya un sector del entorno que, de forma sistemática, sólo le reparte bofetadas de todos los colores. Que sea habitual no puede significar que sea normal, es absoluto.
Seguirá ejerciando su rol los años que esté en el Valencia, como jugador, porque tengo claro que hay un futuro más allá del verde que le espera en la entidad. Y defenderá al club con todo, ayundo en silencio, haciendo una labor que nadie aprecia y pocos valoran, aunque para todos los entrenadores de la última década ha sido poco menos que fundamental. Simplemente lo recuerdo, sin más pretensión que esa, porque igual que se le atizará a la menor ocasión, poner de relieve su figura debe estar también presente.