"El Valencia será lo que quieran los valencianos"

El tuitero @Aayala84 ha generado un hilo que explica de manera perfecta, por mucho que nos pueda doler, que tenemos el club que hemos querido

Toni Hernández | 18 FEB. 2023 | 00:05
Alberto Ayala

Arturo Tuzón, presidente del Valencia entre 1986 y 1993 dejó como legado una frase lapidaria y que se ha visto en las últimas manifestaciones contra Meriton en Mestalla: “El Valencia será lo que los valencianos quieran”. Y ni él mismo sabía la razón que tenía. Hilo va! Desde que el club se convirtió en SAD, precisamente con Tuzón como presidente, varios empresarios tuvieron la oportunidad de ser unos de “esos valencianos” que convertirían al Valencia en lo que iba a ser (y no en lo que debía ser).

En primer lugar, Paco Roig fue un valenciano que tomó varias decisiones en sus tres años de presidencia, muchas de ellas controvertidas. Una de ellas fue autoasignarse un sueldo que suponía el 1% del presupuesto del club. Otra decisión fue la de animar al empresariado y aficionados en general a que compraran acciones del Valencia en los años 90. “Compreu accions i fareu negoci”, dijo Paco. En esos momentos, los valencianos quisieron que el Valencia fuera un negocio y así lo fue para algunos. Tuzón empezaba a tener razón.

Lo de romper el límite de comprar un máximo de 9 acciones utilizando familiares y testaferros y lo de llevarse una comisión millonaria por el contrato con Antena 3 por los derechos de TV también fueron decisiones tomadas por valencianos mientras la sociedad miraba hacia otro lado. Cuando Roig dimite, Pedro Cortés lo sucede en la presidencia pero es Manuel Llorente (madrileño, pero valenciano de adopción) el que en realidad toma las riendas. En el mandato de Llorente, se confía en la dirección deportiva y el buen trabajo junto con golpes de suerte (recordemos que Ranieri, Cúper y Benítez estuvieron a nada de ser cesados) hicieron que el Valencia fuera campeón de casi todo.

Aun así, hubo muchas sombras. El traspaso sin avales de Mendieta, el chufo de Metrored, la incapacidad de obtener rédito económico a un equipo doble campeón de Liga y doble subcampeón de Europa y especialmente la vergonzosa manera de tratar a Rafa Benítez y de dejarle marchar. Pero los valencianos decidieron que eso es lo que querían para el club porque nadie salió a la calle a decir lo contrario. Total, vino Ranieri nadando! Ilusión y alegría!

Que Albelda decía que Rafa tenía que agradecer al club por los jugadores que tenía! Que es bueno cambiar entrenadores de vez en cuando! No passa res! En mayo de 2003, se celebran unas “elecciones” en las cuales rivalizan por el poder los valencianos Paco Roig y Bautista Soler. Para conseguir el control del club, ambos empiezan a comprar por cada acción entre 600 y 1000 euros. Hubo pequeños y medianos accionistas que tenían pensado irse de vacaciones ese verano y el dinero les vino de perlas.

Eso es lo que los valencianos quisieron y, por supuesto, la sociedad miró hacia otro lado. Soler gana, le compra a Roig sus acciones a precio de oro (recordad, el negoci) y coloca a su hijo Juan Soler en la presidencia, apartando de la poltrona de manera vergonzosa a Jaume Ortí (qepd). Soler se convierte en un máximo mandatario nefasto a nivel económico y deportivo, tomando decisiones incomprensibles y dando volantazos sin sentido, eso sí, perdiendo mucho dinero personal por el camino.

Creó un proyecto de estadio mastodóntico que era inviable económicamente tal y como lo tenía proyectado en su mente. Pero eso fue lo que los valencianos quisieron que ocurriera porque así se permitió. Total, el Valencia seguía siendo lo que los valencianos querían. Cuando ya no se puede sostener más la situación, Soler cede la presidencia y vende sus acciones al valenciano Vicente Soriano en una operación muy turbia. (¿Recuerdan el "no se ha ido él, lo he tirado" a Villalonga?), en cuya presidencia los jugadores dejan de cobrar.

No, no voy a hablar de intentos de secuestro ni de cortar extremidades para enviárselas a las familias de nadie. Sin haber pagado un solo euro a Soler, Soriano vende esas acciones a una empresa fantasma llamada Dalport. Con lo del "Està tot embastat" y los "700 mishones" nos pasamos un verano de 2009 entretenido. Dalport resulta ser una mangarrufa uruguaya de proporciones bíblicas y la Generalitat y Bancaja salen al rescate del club. Toman la decisión de hacer una ampliación de capital con el objetivo de arrebatar a Soler (o a Soriano, qué sé yo ya…) su condición de máximo accionista.

Como no se cubre al completo por parte del accionariado, la Fundación del Valencia se encarga de cubrir el resto a través de un préstamo de Bancaja y avalado por el IVF. Es decir, avalado con dinero público, claro. Un plan sin fisuras. Así lo quisieron los valencianos, así sea. Manuel Llorente vuelve a los mandos. Pero ahora era al revés que en su anterior época. Antes, él mandaba y Cortés y Ortí ponían la cara y ahora él ponía la cara mientras Bancaja mandaba. Pero como Bancaja son valencianos, eso significa que el Valencia seguía siendo lo que los valencianos querían que fuera, ¿verdad?

Oh sorpresa! La Fundación no tiene ingresos para pagar el préstamo! Pues ahora Bancaja es Bankia y es madrileña y no valenciana y ya están hasta los mismísimos cojones de tener que alargar crónicamente la deuda del club y dicen que hay que venderlo y que alguien pague de una vez. Que lo de cobrar solo intereses con Llorente estaba bien, pero Goirigolzarri pensó que habría que empezar a amortizar.

Pero resulta que en esas, a Llorente el banco ya le han invitado a irse y mandan otros dos valencianos en la Fundación y en el club: Aurelio Martínez (zaragozano pero valenciano de adopción) y Amadeo Salvo. Ambos quieren la refinanciación pero Bankia dice que no. Como el banco quiere vender, Salvo va a Singapur y encuentra a un señor llamado Peter Lim, que tiene ganas de comprarse un equipo de fútbol para vaya usted a saber por qué. Salvo y Aurelio hacen campaña para que Lim compre el club y tras un proceso de venta largo, arduo y opaco, lo consiguen.

Los patronos de la Fundación (todos ellos valencianos, recuerden) deciden en su gran mayoría que la de Peter Lim es la mejor propuesta. Incluso algunos se engorilaron diciendo que era la mayor transacción del fútbol mundial. Para que luego digan que a los valencianos no nos gusta pensar a lo grande. Y hasta ahí llega la frase de don Arturo Tuzón. Porque a partir de ese momento, el Valencia dejó de ser lo que los valencianos querían y pasó a ser lo que a un señor de Singapur se le antojara.

Con esto quiero decir que no olvidemos de dónde venimos. Que Peter Lim es desastroso y que queremos que venda y que se vaya es algo en lo que todos estamos de acuerdo (o al menos, el 99,9% del valencianismo…habría que preguntar el porqué el 0,01% piensa como piensa). Pero echo de menos, en manifestaciones y declaraciones, un recuerdo a todos aquellos valencianos cuyas decisiones empujaron centímetro a centímetro al club para que llegara al borde del precipicio. Y cuando muchos (y yo me incluyo porque su llegada me ilusionó) nos creímos que Lim nos iba a alejar de ese precipicio, resulta que vino a darnos el último empujón.

Una pena que no hubiera protestas ni manifestaciones cuando eran los valencianos los que tomaban las decisiones. ¿Y ahora qué creo que podemos hacer? Pues seguir manifestándonos para intentar que se nos oiga, principalmente en medios internacionales, que creo que es donde a Lim más le puede doler. Pero de momento, Lim venderá cuando quiera, como quiera y a quien quiera. No se le puede “echar” porque para eso se necesita mucho dinero y voluntad por su parte. Y no hay ni una cosa ni la otra.

Él compró su juguete hace 8 años y es suyo. No puede “go home” porque él ya está en su casa. Y así seguiremos hasta que venda o hasta que decida delegar la gestión del club en otra persona, esperemos, más capacitada y con ilusión de hacer más grande al Valencia. Esa es nuestra esperanza. Mientras tanto, y a corto plazo, el objetivo es ayudar a los niños que tenemos en la plantilla y al Pipo Baraja a sacar los puntos suficientes para lograr la salvación. Más allá de eso, incertidumbre.