Cuando la voluntad de querer jugar en el Valencia lo puede todo

La renovación de Gayà es la culminación de una de esas historias que no parecen tener cabida en el fútbol moderno

Toni Hernández | 12 OCT. 2022 | 00:04
José Luis Gayà

"Si yo fuera el padre de Gayà, le diría que no se quedara en el Valencia". No sé lo que el padre de Gayà le habrá dicho a su hijo, porque igual simplemente le ha apoyado en todo sin pensar en su elección, pero está claro hay pensamientos que van más allá de la razón. Que quizá por eso tenemos más de 100 años de historia forjada a base de muchas cosas, de muchos mitos y héroes, que antepusieron el Valencia a sus propias carreras deportivas, y una vez las acabaron sin haber salido nunca de aquí, estuvieron bien orgullosos de ellas.

Como dijo Fernando Gómez, una voz más que autorizada, aunque luego tuvo que explicar sus palabras (que no me puede dar más vergüenza ajena), "si te quieres quedar, el proyecto y el dinero son algo secundario". Tuvo que explicarse porque lo que ha sido nuestro santo y seña durante más de 100 años, ahora no valía a cuenta de pegarle a la propiedad, que como ha quedado claro, es algo que está de paso, que no importa, que no es lo que nos hace grandes. Seguro que ahora tampoco dan su brazo a torcer los que han defendido esta postura, pero es que nunca han sido importantes, esa es la verdad.

"Els millors jugadors són aquells que saben on estan", reza la canción de Tardor, en uno de los himnos del valencianismo reciente. Y es una verdad gigante, como el Valencia. Gayà se queda porque se ha querido quedar, porque sabe dónde está, porque quiere seguir estando donde está. Porque no ve ningún sitio mejor para estar que su casa. No sé si somos capaces de analizar en toda su extensión lo que ha pasado, pero estamos ante una de esas cosas que pasan a la historia y que se recuerdan muy bien con el paso de los años.