La estupidez del aforo del Nuevo Mestalla como excusa

La excusa se ha esturado como un chicle, el club ha explicado los motivos de su plan, pero sigue siendo rentable la postura

Toni Hernández | 30 JUN. 2022 | 00:03
Nuevo Mestalla

El aforo del Nuevo Mestalla no puede perjudicar al Valencia. Y lo está haciendo. El club ha explicado su plan con el futuro estadio, que se tenía listo desde hace tiempo, y se partirá de casi 50.000 espectadores, dejando el segundo anillo para hospitality, algo que también generará una buena fuente de ingresos. El “o es de 70.000 ahora o no nos vale”, además de ser una postura infantil y populista, que se compra muy fácil, no tiene ningún sentido.

Pero ninguno, lo diga quien lo diga, y lo mismo que yo no me volveré a atrever a decir a nadie cómo se debe ser valencianista, que a ninguno se le pase por la cabeza hacer eso mismo conmigo. Cumplir con los compromisos es una cosa, que no se puede ni se debe negociar, pero otra muy distinta es enrocarte en posturas de niño pera cuando sabes que no pueden ni debes hacerlo. Que el nuevo estadio tenga esa capacidad progresiva es sensato, acorta los plazo de todo, y permite empezar a construir ya. ¿Qué demonios es lo que viene mal?

Y es que los datos son muy perros, pero mucho, y sólo se miran cuando interesa. Y eso no puede ser, por el amor de Dios, que por un puñado de votos estamos haciendo la vida imposible al Valencia. Al Valencia, que Meriton me importa un carajo y se irán de aquí antes o después. Desde la temporada 2001/2002, cuando ganamos la quinta Liga, Mestalla se ha llenado 11 veces. ¡11 veces en 20 años y con el mejor equipo de todos los tiempos! La asistencia media más alta en estas dos décadas data de esa misma campaña, 45.884 espectadores por encuentro. El año del Doblete fue de 45.653.

Que partamos de casi 50.000, sabiendo que pasar a 70.000 es cuestión de dos meses, es sensato, es normal, es lógico, es razonable. Pero cuando tu objetivo no es que el Valencia acaba el campo, sino otro muy distinto (y aquí no quiero entrar), es cuando todo se torna muy extraño. Aquí todos tenemos un problema, y ya se va viendo de forma muy clara quién quiere arreglarlo de verdad, y a quién le viene bien que el problema siga ahí.