Los deberes del Valencia hasta el 30 de junio: decidir si Peter Lim vende o vuelve a invertir en el club

Más allá de si su hijo será la nueva cara visible o no, el proyecto empresarial es algo que está completamente por delante en este momento

Toni Hernández | 29 ABR. 2022 | 00:01
Peter Lim

¿Peter Lim tiene la más mínima intención de invertir en el Valencia la próxima campaña? Esa es una pregunta que nos hacemos poco o muy poco, quizá porque damos por sentada la respuesta, y es algo absolutamente clave para poder entender qué va a pasar con este equipo en el corto plazo. Si nos atenemos a los antecedentes más cercanos, de 2020 para acá, pensar en que vamos a ir al mercado a intentar hacer un equipo fuerte y volver a Europa como pasó en 2017 suena a quimera. Pero claro, si tenemos que comprar el discurso de volver a ser fuertes y no hacerlo, hay muchas cosas que no cuadran de ninguna de las maneras.

En el presupuesto hay una partida de 30 millones que se debe satisfacer con atípicos, bien con ventas, que suele ser lo normal, bien con otro tipo de herramientas financieras que están al alcance del máximo accionista. Si hiciera una ampliación de capital por ese importe, no capitalizar deuda, sino “ponerlos”, esa cuestión quedaría resuelta, por ejemplo. Y sí, yo tampoco pero que eso pase, que tan tonto no estoy. Pero esa es la cuestión, repito, que se debe resolver en el corto plazo dentro del Valencia. Qué tipo de plan deportivo se pretende hacer, porque si la cuestión es seguir vagando por el desierto, para ese viaje no hacen falta ciertas alforjas, y eso es algo que se debe dejar muy claro.

Y hacerlo ya, porque aunque quedan 5 partidos de Liga y no nos podemos dejar llevar, que sería una grave falta de respeto, es obvio que no nos estamos jugando la vida y que lo que toca ahora es definir el futuro. No nos andemos con historias que ya somos todos mayores. Nos merecemos que Meriton nos diga la verdad, aunque nos vaya a costar otro cabreo, pero saber hacia dónde vamos. Porque ahora toca sacar pases, arrimar el hombro y rascarse el bolsillo, y qué menos que saber este tipo de cosas, aunque el sentimiento no se vaya a negociar, por supuesto.