Las finales del Valencia, entre la ilusión y la obligación

Si algo destaca en las finales jugadas por el Valencia en los últimos tiempos es la ilusión generalizada y la demanda de entradas, pero los contextos fueron diferentes en cada una de ellas

Jose Hernández | 21 ABR. 2022 | 09:00
Final de copa 2008

Entramos en la cuenta atrás de la final, crece la expectación y en pocas horas empezarán a llegar los primeros aficionados del Valencia a Sevilla. Toca remar todos juntos para que la copa regrese a Mestalla aunque no será nada fácil. Durante más de una década el valencianismo no pudo disfrutar de este tipo de partidos, la época negra que llegó tras las finales de Copa 1979, Recopa 1980 y Supercopa de Europa. Podemos decir que la época contemporánea nace con aquella final de copa inolvidable que el Valencia perdió frente al Deportivo en 1995, la noche del agua.

Hubo fiebre y polémica por las entradas, pero sobre todo se recuperó el espíritu de volver a ver al Valencia con los mejores. El climax llegó en 1999, precisamente en La Cartuja y podemos decir que fue el título más celebrado en la ciudad; la euforia se asemejó mucho a la de los campeonatos de liga posteriores. Entre medias dos partidos igual de mágicos como dolorosos: las finales de Champions.

En la primera el conjunto de Cúper pagó la novatada y a pesar de la movilización en el terreno de juego no se dio la cara. Distinta fue la de 2001, el equipo no llegaba con presión pero sí mentalizado a que las cosas marcharan de manera distinta. Incluso la afición demostró mayor madurez consciente de que era una oportunidad histórica. Fue probablemente el mayor disgusto en este tipo de encuentros ya que la Champions estuvo en la mano hasta el último instante.

La UEFA de Goteborg fue una final distinta en todo. El Valencia era favorito y llegaba con la confianza de haber ganado La Liga semanas antes, hubo muchos problemas con el desplazamiento debido a las restricciones de los aeropuertos pero la afición que viajó disfrutó de una soñado doblete.

El título de copa de 2008 fue el menos celebrado, un pequeño bálsamo para la nefasta temporada que cuajó el equipo, pero al menos durante una noche se olvidaron los problemas y los jugadores dieron la cara  tirando de autogestión. Y ya en la época más moderna encontramos las dos finales de Sevilla. La de 2019 fue la primera para una generación de jóvenes y el hecho de ganar al Barça de Messi dio más valor al trofeo, pero lo cierto es que aquel Valencia no tenía tanta responsabilidad como esta semana.  Ahora el equipo de Bordalás se juega la temporada a un todo o nada y perder sí sería un fracaso. El desplazamiento va a ser masivo y la mezcla de ilusión y miedo está en el ambiente. La responsabilidad es mucha pero la  copa puede volver a Valencia.