El Valencia, el Nuevo Mestalla, Mark Fenwick y lo que se quiere escuchar

Si el arquitecto del campo no tiene un discurso concreto, y siempre negativo, resulta que está mintiendo a todo el mundo...

Toni Hernández | 25 MAR. 2022 | 00:01
Mark Fenwick

Hemos llegado a un punto en el entorno del Valencia en el que sólo nos vale lo que queremos oír. Es cierto que el único responsable de todo este estado de nervios e histeria elevado a la máxima potencia es Meriton y su política de comunicación, que no tiene ningún sentido, y saco de ella a los grandes profesionales que se tienen dentro, que al final, no tienen la culpa de decisiones que no toman ellos. Ya sabemos que el mensajero carga demasiadas con el peso de algo que no le toca. Yo entiendo que los periodistas que tienen ahora 35-38 años, como mucho, no han tenido la oportunidad de charlar con Mark Fenwick en un tono cordial y distendido.

No ha disfrutado de una entrevista cara a cara en la que te pueda contar que habla tan bien español porque su mujer es de Málaga. Y no podido escucharle decir cuando no estaba de acuerdo con cosas del proyecto del Nuevo Mestalla, que calificaba de mejorables, ni han tampoco han seguido la evolución de todo el proceso desde el ya lejano año 2006, que fue la primera que vez en la que servidor, casi 48 palos, tuvo la ocasión de charlar con él y con parte de su equipo de trabajo. Quizá es por ello que se cuestiona lo que dice Fenwick pensando que es un Anil Murthy de la vida, y eso, con todos mis respetos, es un craso error fruto del estado de tensión que nos rodea a todos. “Es que lo dice en el medio oficial del Valencia”. Donde debe hacerlo, al menos la primera vez. Yo le llevaría por los distintos medios valencianos ahora, aunque claro, eso tiene un riesgo.

Pero no para Fenwick. Si no dice lo que algunos esperan escuchar, es decir, si no raja contra el proyecto, si no dice que es malo, si no afirma que no se puede decir, en definitiva, si no le tira encima una tonelada de mierda, le van a llamar a la cara mentiroso. Si yo fuera el arquitecto, que no tiene ninguna obligación, no hablaría con nadie (he dicho una cosa y la contraria casi de forma seguida, pero desde dos planos muy distintos), porque mi prestigio profesional (es uno de los mejores del mundo) está muy por encima de todo esto. O pondría una condición: que me entrevistaran otros arquitectos. Quizá ellos, mejor que nadie, fueran capaces de hacer las preguntas correctas y no caer en ir al relato que interesa, aunque sea por encima de la verdad.