El Nuevo Mestalla, el campo del Valencia
La paciencia, esperar para verlo todo, no va con nosotros, pero se atisba que no viene nada bien el hecho de ver avances
El Nuevo Mestalla será el campo del Valencia, va a estar terminado en “breve” (no creo que haga falta explicar las comillas a estas alturas de la historia), y lo más importante es que están dejando en evidencia a todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo me refiero a eso, a todos, porque aquí nadie ha hecho lo que tocaba más allá de aprovechar la coyuntura (Meriton), intentar sacar rédito (los políticos) y buscar un sitio en el club sin poner ni uno (algunas plataformas dirigidas por los mismos dinosaurios de siempre).
El mérito de que terminemos esta obra, que es una vergüenza para todos desde el año 2006 (y han pasado muchos por aquí desde entonces), es de Javier Tebas, que al final es el que ha conseguido el dinero y ha impulsado que haya un plan real, unos avales, un algo que permita pensar que todo es posible y que esa masa de hormigón no se va a quedar ahí de forma permanente. Aunque a pesar de todo, lo que sigo percibiendo, y ya me gustaría que no fuera así, es que todo esto no le viene bien a una parte del entorno. Estamos meses con el debate del campo low cost, lo mismo que lo de la capacidad o los servicios. Que si Meriton va a terminar un estadio en mínimos y los políticos exigiendo cosas que no se pueden cumplir, y contra las que no pueden poner ningún ultimátum, porque es un contexto absurdo por parte de todos.
Le he puesto distancia al sainete de forma absolutamente consciente, y de hecho, aunque he tenido delante a gente muy importante y decisiva en este asunto, es que no me apetece ni hablar con ellos del tema, porque me agota, porque me crispa, porque no entiendo que todo siempre venga mal, incluso cuando ni sabemos de lo que estamos hablando realmente. Muchas cosas de las que estamos viendo no tienen sentido, responden a intereses y a una guerra sin cuartel que no va a terminar nunca, y en la que el único que pierde de verdad es el Valencia, aunque de eso no nos queremos dar cuenta.