Mestalla no es una casa, es un hogar

Un valencianista, @VcfEncuestas, relataba la vuelta al estadio sin su madre, y en sus palabras queda claro, de forma latente, qué es ser del Valencia

Toni Hernández | 28 SEPT. 2021 | 07:00
Mestalla

Ha sido un día extraño en Mestalla. La ilusión de mi pequeño contrastaba con el asiento vacío de mi madre. Él estaba tan nervioso como si fuera quien jugara, me ha encantado verlo así. Yo, de vez en cuando miraba el asiento vacío en la tribuna y me parecía difícil de creer que... ya no vaya a verla en él. Los que tienen muchos años un asiento seguro que lo comprenden. Tu fila, tu asiento... son tu casa. Tu lugar en tu Mestalla. Desde pequeño he recorrido casi todo el campo unas veces en los brazos de mis padres, otras buscando un asiento cerca de ellos, pero al final pudieron permitirse un asiento en tribuna. Qué orgullo tenían. Cuando mi padre se fue en el 99 mi madre siguió pagando su pase y no dejaba que nadie se sentara en aquel asiento.

A veces seguía con la costumbre de girarse para contarle lo que había pasado. Mi padre era ciego y veía sus partidos con un auricular del transistor en una oreja y mi madre contándole su versión por el otro lado. Siempre era una versión más divertida. Luego tuvo que dejar de pagar un pase. No era un lujo permisible. Aún así, lloviera o fuese a horas injustas su asiento esperaba. En casa sabíamos que si jugaba el Valencia no había cumpleaños ni celebración lo suficientemente importante como para evitar que fuese a Mestalla. Ahora lo puedo contar sin miedo a exigencias. A mi madre le permitían lo que a casi nadie. Todos la conocían y sabían que no valía la pena intentar convencerla de llevar esto o aquello. Ella solo quería ver a su Valencia en su asiento, pero mejor no tocarle los... Cuando empezó la puta Pandemia ella estaba muy asustada. Hablábamos a diario por teléfono y aunque teníamos ganas de vernos manteníamos siempre la distancia por seguridad.

¿Cómo estáis? Cómo llevan los peques el confinamiento? Las lógicas preocupaciones. Conversaciones normales, pero al final siempre salía el tema. Cuándo podremos volver al fútbol? Dicen algo? Yo siempre le decía que había tiempo. Qué volveríamos cuando todo estuviese mejor. Volveríamos a celebrar juntos su cumpleaños, navidades... Sinceramente así lo pensaba. Me equivoqué. Cuánto me jode haberme equivocado. En abril se fue. No pudo volver a su asiento. Gracias a mi eterno 4 conseguí tener la placa que ella tenía con tanto orgullo en su asiento. No soy muy creyente. Ojalá lo fuera. Poder creer que está en algún sitio. Que está con mi padre. Pero uno no elige las cosas en las que cree. Como tampoco las que siente. Eso sí, por algún motivo no podía evitar mirar su asiento y aunque lo he visto vacío sentía una mezcla de rabia y tranquilidad. La rabia de pensar que alguien se siente en su asiento, porque es y siempre será su asiento; la tranquilidad de sentir que de alguna manera sigue allí. No la veo, pero la siento. O quiero sentirla. Sentir que está ella.

Que están los dos. Luego he vuelto a mirar a mí pequeño y su inconsciencia. La última vez que habló con su abuela fue para decirle que había metido un gol. Él sonreía y ella con él. Y ahí se cerraba el círculo. Un círculo en línea recta. En el descanso me ha visto mirar su asiento. Cuándo vamos a sentarnos en el asiento de la yaya? No lo sé. No sé qué decirle. Los niños son todo sentimiento y el egoísmo de creer que el mundo es sólo suyo. Este año he pagado yo el pase. Ahora soy yo el que tendré que quitarme la manía de girarme buscándola en su asiento diciéndome: "l'àrbitre és molt roí!". Cuando ha empatado el Valencia he sonreído y he mirado a su asiento. Lo ha hecho ella. Lo sé. No lo creo. Marcos André seguro que piensa que ha marcado él, pero hemos sido nosotros. Todos. Esa línea que nació cuando mi madre me dió a luz en La Cigüeña pq estaba viendo un partido del Valencia. La misma línea que ha recorrido todas las gradas y que cuando llegó al anfiteatro dio el salto a tribuna y allí se quedó. Ahora es curioso que todo depende de eso que siempre me ha lastrado, mi imaginación.

Ella sigue viva gracias a eso. Mi imaginación la dibuja en el balcón tirándonos besos, caminando en uno de sus paseos, la veo en la plaza de la reina, en la avenida del puerto con mi padre, y hoy la he imaginado en su asiento. Tan suyo como el sofá donde veía la novela.Es todo extraño sin ellos. Sin ella allí. Ahora mismo no puedo dejar de imaginar ese asiento a oscuras. Todos están vacíos, pero ese asiento hoy parecía huérfano. Es todo triste sin ellos. Sin ella allí. Es curioso. A pesar de no creer, cuando han marcado el gol he creído. Y cuando me iba he mirado el asiento, como si estuviera todavía sentada en él, y estoy convencido de que me ha escuchado cuando en silencio le dicho hasta luego, te quiero.