Qué es el Valencia, qué quiere ser, cómo y cuando: de 1997 no se acuerda nadie

La nueva etapa que comienza en el club a nivel deportivo es importante, va a llevar su proceso, y correr sólo significará volver a equivocarse

Toni Hernández | 03 OCT. 2016 | 10:31

Era un lluvioso y frío 7 de diciembre de 1997 en San Sebastián, en medio del puente de la Inmaculada, con muchos valencianistas en las gradas de Anoeta, con muchos personajes importantes en el campo, como Juan Roig, que me presento aquel día a un tal Manolo Llorente, que vino con él en su coche. El presidente del Valencia desde hacía unos días era Pedro Cortes, que había relevado de forma poco clara a Paco Roig en el cargo, y que como muchos, había acudido a la ciudad donostiarra a dar el golpe de gracia a Claudio Ranieri y echarlo a la calle, porque era lo que se quería hacer. Un gol de Antía a la hora de juego ponía el 1-0, y el plan para cargarse al italiano se activó. Pero Gaizka Mendieta, que unos meses antes iba a ser vendido a la Real Sociedad por 60 millones de pesetas pero Roig le dijo a Valdano que no, hizo el empate a 1. Aquel día Ranieri puso un 11 que nadie entendió, con Milla, Mendieta y Farinós (el centro del campo titular en la final de Sevilla), y ese gol ese empate que dejó al equipo en descenso, como está ahora, significó el comienzo del mejor Valencia de toda la historia, aunque nadie de los que estábamos aquel día en Anoeta lo supiéramos.

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Ahora leo preocupado a las nuevas generaciones de valencianistas que se piensan que se puede pasar de la nada al todo al minuto, que se puede pasar de un equipo normal o bueno según el año a un referente en Europa con un chasquido de dedos. Este valencianismo apijotado y fantástico no sabe lo que es sufrir, porque no han tenido que hacerlo en la vida, no han tenido que ir a Mestalla para ver al Sestao en Liga en Segunda, han visto más finales y Ligas con 30 años que las que yo soñaba ver en toda mi vida a la misma edad, y piensan que esto es sencillo. Y lo exigen, y encima se ponen dignos cuando no se obtiene cuando lo piden, como esos niños pequeños caprichosos que lloran cuando no les das lo que quieren. Para ser el mejor equipo del mundo hay que sufrir mucho, hay que pasar por muchas cosas, por más aún si no eres Madrid o Barcelona, y eso parece que no se tiene en cuenta. Ayer nos barrió un señor equipo, que hace 16 años se pasó dos temporadas en Segunda, y que no volvió a jugar la Champions de 1997 hasta 2008, algo que aquí aún no ha pasado en el actual formato de 4 equipos por país. Si no estáis dispuestos a sufrir, no llegaremos a nada. Muchos de los que ahora dan lecciones de exigencia no estaban en San Sebastián aquel lluvioso domingo de diciembre de 1997, otros sí que estábamos, sabemos de lo que hablamos, y desde luego, tenemos claro que las prisas y las expectativas absurdas, son un mal que hace mucho daño.

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