Cuando una victoria es más importante que 3 puntos

El fútbol está lleno de frases hechas, supersticiones, alguna que otra estupidez convertida en ley no escrita y muchas tonterías que son prescindibles, aunque su esencia, lo realmente importante, lo que marca el éxito y el fracaso, lo que debe acompañar en este caso al Valencia de Gary Neville, es ganar, es una victoria, es esa paz que te da el hecho de sumar “de a 3”, porque lo que consigues con ello, es tan grande, que vale su peso en oro.

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Cuando vives el fútbol por dentro, en su día a día, te das cuenta de pequeños detalles que eres incapaz de sentir cuando lo haces como aficionado. Los estados de ánimo, las caras, cómo se vive, se respira, se siente, es tan importante como que tus jugadores sean buenos, caros, guapos y tengan coches brutales aparcados en la puerta. Si un vestuario, que no son sólo los futbolistas, respira bien, todo respira bien. Pero para ello hacen falta cuestiones básicas, vamos, como en todo orden de la vida.

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Ahora mismo el Valencia, el deportivo, es un “ay”. Un suspiro, un no saber qué va a pasar, qué te vas a encontrar, y cómo se va a proyectar eso en el futuro. Con todos los cambios, con el ir y venir de técnicos, con las dudas generadas en torno a la plantilla después de pensar todo el mundo en verano que había de sobra para soñar, hace falta una puñetera victoria, un triunfo, un quitarse la presión de encima, un celebrar que ganas como Jaume hace con sus paradas. Con ese ímpetu, con ese peso de encima que te quitas de un plumazo.

Contra el Getafe, como en todos los partidos, hay 3 puntos en juego, pero si somos listos, si vemos y miramos más allá, eso, siendo importante, no es lo más importante. Poder ir al parón con calma, con confianza, volver pensando que lo último que has hecho es ganar, viendo tus tres primeros partidos de Liga tras el parón, Copa aparte, contra el Villarreal, Madrid y Real Sociedad, con optimismo, con ganas, no pensando, “buff, nos van a reventar”. Porque si, porque eso se piensa y se dice dentro de un vestuario cuando el estado de ánimo no es bueno, no es el correcto.

Es difícil, mejor dicho, imposible, que el aficionado pueda llegar a ver esto. Primero porque no es su función, y segundo, porque no está viviendo el día a día. Pero quizá, si lee esto, lo que su autor agradecería, que piense que ganar al Getafe, aunque sea feo, bajito y desagradable, es lo mejor que le puede pasar al equipo. Y por extensión, a sus aficionados.