Levante UD-Real Sociedad (1-1): A las vacaciones con un regusto dulce

Ivanschitz marcó de penalti en el minuto 93 y alegró las vacaciones navideñas a la hinchada de Orriols, que ve a los suyos despedir 2014 fuera del descenso.

Redactor Jefe | 21 DIC. 2014 | 17:16

El Levante UD y la Real Sociedad firmaron un empate 1-1 para despedir el año futbolístico 2014 en el Ciutat de València. Un ex valencianista como Sergio Canales adelantó a los donostiarras pero Andreas Ivanschitz, con el tiempo casi cumplido, anotó desde los once metros y le permitió sumar un punto en una nueva jornada de la Liga española al combativo equipo que entrena Lucas Alcaraz.

Cuando todo parecía perdido apareció un foco de luz que iluminó la figura de Ivanschitz. El partido se marchaba sin remisión y la victoria parecía sonreir a las huestes que prepara Moyes. La diana de Canales puso en franquicia el marcador en los minutos iniciales de la segunda fase, pero el final de la confrontación iba a deparar emociones fuertes. La fe es quizás uno de los intangibles que caracteriza al Levante de los tiempos más recientes en el ámbito de la Primera División. Ese apecto es innegociable; una especie de patente de corso que confiere una identidad reconocible. Y asido a la fe rescató una igualada que parecía alejarse y que supo a gloria a los moradores del Ciutat de València después de la evolución de un partido áspero y sumamente arisco; esquivo con los preceptos más básicos y fundamentales del fútbol.

A David Navarro le sobró convicción para porfiar por un balón que sobrevolaba el cielo ennegrecido de Orriols. El tiempo se consumía y el cuero impactó en el brazo de un defensor realista. La pena máxima la transformó con seguridad Ivanschitz. El atacante austriaco pateó con determinación desde los once metros. No le tembló el pulso. Ni cayó preso de los nervios. Su condición de especialista en las acciones de estrategia, elevado a la máxima expresión en la jugada más concluyente. Tomó impulsó en dirección al esféricos con la mirada fija en los movimientos del arquero vasco. Rulli venció hacia un costado y Andreas escogió el espacio contrario para rescatar un punto que no hay que desdeñar en una competición tan prolongada.

Quizás sea un razonamiento simplista y repleto de pragmatismo, pero hay que pelear cada acción como si fuera la última porque cada punto va edificando la compleja fábrica de la permanencia. Hay partidos que nacen bajo el signo de la equidad. El choque entre el Levante y la Real Sociedad parecía condenado a mantener ese registro. En el cómputo general de la confrontación hubo un exceso de orden que era refractario a la creatividad. En el curso del partido prevaleció el método sobre la imaginación; las certezas sobre el riesgo.

No hubo excesivas apariciones de los atacantes sobre los perímetros defensivos de sus adversarios. El choque fue denso y congestionado. El fútbol en esencia escaseó. Los espacios en dirección hacia las porterías parecían vedados a las botas de los futbolistas ubicados en la vanguardia. El Levante fue fiel a su metodología.

No se siente irritado cuando pierde de vista el esférico. Se replegó sobre sí mismo para esperar los movimientos de la Real Sociedad y en función del tráfico generado tomar determinaciones. En ocasiones, va oprimiendo a su adversario con lentitud hasta reducirlo a la nada, pero no fue el caso. Al Levante le faltó fantasía y velocidad por los costados para plantarse en las cercanías de Rulli. Únicamente se proyectó a partir de las apariciones de Iván. Por su parte, la Real Sociedad echó en falta a Vela aunque cuenta con jugadores capaces de definir una cita.

En un partido encriptado y complejo de gobernar surgió Canales para penalizar un error de Vyntra. El atacante encontró un resquicio para alojar el balón en el fondo de las mallas locales. Contestó Barral con un cabezazo que escupió el larguero. Y cazó Ivanschitz un centro de Rubén que atrapó el meta vasco. Fue el preludio de la igualada final. Nunca conviene subestimar al Levante. Ni en uno de sus días menos prósperos sobre el verde. Su credo le impide claudicar. Lo demostró Ivanschitz con seguridad desde los once metros cuando todo parecía ya sentenciado.