Un último segundo para olvidar

Caparrós planteó un equipo sin fisuras y ultradefensivo que nadó para ahogarse en la orilla del Submarino Amarillo

Redactor Jefe | 14 ABR. 2014 | 11:40

Para olvidar. Hay segundos que pueden cambiar de raíz la dinámica de una confrontación. Y también hay segundos que conllevan una eternidad aunque los términos asociados presenten una clara contradicción. El partido entre el Villarreal y el Levante quedó suspendido en el tiempo en el último segundo. Dos sensaciones notablemente alejadas entre sí, una emoción entre la fatalidad y la ilusión, se apoderó de la totalidad del coliseo de El Madrigal. Era el último capítulo de un relato que parecía condenado; el postrer segundo de un duelo que ya no volvió a reanudarse sobre el verde.

Los acontecimientos se precipitaron tras la falta decretada por Alejandro Hernández Hernández después de una entrada de Nikos sobre Aquino. Un segundo mortal giró el duelo. Perbet contactó con el esférico y orientó el balón hacia el palo largo de Keylor. No hubo tiempo para más. Una explosión de júbilo inundó el escenario de El Madrigal. Un frío escalofrío recorrió el cuerpo de los estamentos azulgranas. No había antídoto para la diana del atacante francés porque el partido languidecía. Era el último segundo y Perbet entró en el interior del área granota con contundencia y decisión. El ariete galó no tuvo oposición en su razzia por las inmediaciones del meta costarricense. Con la fiabilidad de un acero toledano, rasgó el cuerpo de su enemigo. Fue una estocada mortal para el corazón del Levante.

Quizás sea la única acción de la confrontación que pueda reprocharse el colectivo azulgrana, excesivamente tibio en la defensa de una jugada que podía ser definitiva y determinante para el destino final de la escuadra de Orriols en el marco de la Primera División. Los futbolistas granotas marcharon del estadio del Submarino Amarillo con la mente totalmente atribulada. La acción se repetía una y otra vez en su consciente buscando una solución que nunca llegó. El Levante se mostró firme y leal en sus convicciones y la filosofía propuesta sobre la pradera de El Madrigal. En ese sentido, retomó la versión pétrea y funcionarial que suele ir generando un pesado desgaste sobre la psique de sus adversarios. Es un equipo que va generando dudas sobre el rival conforme se suceden los minutos y no aparecen variaciones sustanciales en el desarrollo del partido.

El grupo que conduce Joaquín Caparrós hizo memoria y perfiló un encuentro sin apenas fisuras, ni espacios por los que pudiera progresar el Villarreal. El Levante se comporta como un bloque mecánico en sus movimientos sobre el terreno de juego. Hay una clara división del trabajo en el proceso establecido; una metodología que acentúa la consistencia defensiva sobre otros aspectos para salir a la contra en busca de aventuras en las inmediaciones de la portería contraria. El Levante se siente fortalecido en este tipo de enfrentamientos y va creciendo y superando obstáculos.

En cualquier caso, no engaña a nadie. Es lo que demuestra sobre el campo. Quizás los cambios en el once de Marcelino, en el arranque de la segunda parte, fueron reveladores de los hechos acaecidos en el primer acto. Trigueros y Aquino trataban de dar un giro a una confrontación que transitó por allá por donde el Levante quería que marcharse el duelo.

Apenas si hubo noticias de magnitud por las cercanías de Keylor Navas con la excepción de un disparo que chocó en las botas de Navarro y obligó al arquero de Costa Rica a rectificar en el espacio para rechazar con las piernas. El Villarreal necesitaba velocidad y circulación para soprender a su oponente y trató de enmendar esa tendencia en la reanudación con las permutas. El efecto se diluyó una vez transcurridos los minutos iniciales. El Levante es un bloque de mirada y comportamiento glacial y no se suele descomponer. A sus jugadores no les tiemblan las piernas.

Tampoco les importa dar uno o dos pasos hacia atrás para replegarse y guarecerse si las acometidas de su rival aumentan. En realidad crea una trama ficticia. El balón suele rondar por las cercanías de Keylor, pero no se materializa ese dominio en réditos tangibles. Trigueros probó la solvencia de cancerbero granota desde la frontal del área. La respuesta del guardameta fue exquisita. Y el Levante entendió que podía ir a por el partido. Y se desprendió de ese corsé que le blinda. No obstante, restaba ese último segundo que se saldó con un cabezazo ganador del ariete francés.