El fantasma de Iborra y las renovaciones

 El Levante intenta blindar a su columna vertebral antes de que sea tarde

Rafa Marín | 15 OCT. 2013 | 18:30

Pese a estar todavía en octubre, el Levante está moviendo ficha para renovar a Keylor, Rubén y Diop, tres vértebras de su columna desde la portería a la delantera pasando por el centro del campo. Es más, tiene ya cerrada la de David Navarro y encauzada la de Juanfran, incluso la de Pedro López, quienes a diferencia del anterior trío terminan en junio. Mientras que en otros clubes en los que la sensación de interinidad a los mandos pasa factura, en Orriols se trabaja a medio plazo. Quico Catalán y Manolo Salvador se han puesto las pilas, no vaya a ser que se les reaparezca el fantasma de Iborra y se les vuelva a hacer tarde.

Los agentes de Iborra, que son buenos y no es casualidad que estén de moda, siempre han mantenido que el Levante se equivocó al no mover ficha antes. Fue en el primer día hábil del año cuando el ahora jugador del Sevilla pasó palabra ante la oferta de blindaje que Quico le había trasladado unas semanas antes, a menos de temporada y media para quedar libre. Una copla con la que el presidente se ha quedado, porque si bien es cierto que al final la jugada no le ha salido tan mal, lo cierto es que el objetivo era quedárselo y en ningún caso perderlo a las puertas de la Liga. Pese a los seis millones menos el 20 por ciento del jugador y 'Parri y asociados', al Levante le costó la pérdida de Iborra un terremoto interno y estar grogui unas cuantas semanas.

El Levante se ha puesto manos a la obra, pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Y es que renovar a jugadores que pasan de largo la treintena no es hacerlo con otros que tienen por firmar el contrato de sus vidas. En sus casos, además, son valorados tanto por el rendimiento deportivo como por el económico que pueden dejar al estilo Caicedo, Koné, Martins y hasta Xavi Torres por citar un caso menos conocido por el que también se sacó pasta. Renovar a Keylor y Diop se antoja hoy por hoy harto complicado y si Rubén acaba firmando será con las condiciones de la 'renoventa' bien claras.

Keylor es el jugador más caro de la era post-concursal quitando los 1,2 millones ficticios de la opción de compra por Caicedo. El Levante siempre ha tenido claro que era una inversión segura por más que a posteriori cueste justificar porqué a principios de año se le ofreció seguir a Munúa. Con uno de los sueldos más bajos de la plantilla y a punto de ser comunitario, el 'tico' está en el escaparate y a diferencia de cuando bajó a Segunda B con el Albacete ya no firmará cualquier cosa ni a cualquier precio, así que ahí va a haber tomate.

Peor pinta lo de Diop, con quien el Levante está condenado a entenderse renueve o no y fijar un precio de salida para evitar otro sainete como el del Olympiacos, que se lo quiso llevar por cuatro chavos. El senegalés sigue cabreado porque entiende que el club faltó al compromiso de facilitarle la salida si llegaba una oferta, aunque olvida la condición de que tenía que ser buena para las dos partes, no sólo para la suya. Tan cierto es que en su día presionó al Racing para venir aquí por 200.000 euros cuando otros clubes daban más dinero como que Quico se habría visto en un aprieto si alguien llega a ponerle en la mesa 4 o 5 kilos, la mitad de los 10 de su cláusula. Pape se irá, pero los granotas no pueden permitirse que parezca gratis.

Y luego está Rubén, que tal vez esté llamado a convertirse en el traspaso más caro de la historia granota. El setabense lleva dos renovaciones seguidas, aunque en la última el club se quedó con las ganas de alargarle de 2016 a 2017, que es lo que como mínimo pretende ahora a cambio de un aumento en su ficha y también, por supuesto, en los 10 millones de su etiqueta. En su caso, aunque no lo parezca, el acuerdo parece más factible porque el Levante sabe que cuando llegue el momento no podrá cortarle la progresión y porque el propio jugador es consciente de que las prisas por dar el salto pueden ser malas consejeras. Pero el momento de irse, por desgracia, llegará. Que se lo digan a Iborra.