Babá: el delantero 4.0 del Levante
El senegalés fue víctima de la presión en Sevilla y en Orriols sigue teniendo el listón muy alto
Manolo Salvador lo tuvo claro desde el principio: Babá. Su cuarta apuesta consecutiva para el ataque, aunque esta vez y a diferencia de los anteriores negocios sin opción de compra después de que Del Nido propusiese ponerle 15 millones. Delantero negro, para variar, de esos que como a Caicedo había que recordarles que el balón era redondo, no cuadrado. Y procedente del Sevilla, como Koné. Caparrós estuvo de acuerdo, porque si lo fichó Monchi es que es bueno por rana que hasta ahora le haya salido ese diamante en bruto del Marítimo al que su exentrenador hizo el flaco favor de compararlo con Etoo y Drogba ahí es nada.
El éxito de Babá en Orriols va a pasar no sólo por ponerlo a punto físicamente para que no vomite por pegar un trago de agua fría —las cosas que hay que inventarse para justificar lo injustificable— y que dé el callo entrenando hasta de noche. También hay que rodarlo anímicamente porque la autoestima la tiene por los suelos. Sus problemas de adaptación en Sevilla, donde compartía piso con un colega que tenía que ganarse la vida y le faltó la protección de los familiares que sí le arroparon en Portugal, no son ningún secreto. El cachondeo tan gracioso como hiriente que había con él —en twitter le preguntaban, entre otras cosas, si era cierto que fue a hacerse un colacao y no acertó con la cuchara— lo convirtió en una rara avis, introvertido y tremendamente receloso con la prensa.