Juan Ignacio: malo si se va, peor si se queda

El incendio se aviva después de que el equipo haya dejado al técnico sin primas

Rafa Carretero | 26 MAY. 2012 | 12:09

El Levante UD y Juan Ignacio llevan infinidad de reuniones en los últimos tiempos pero ninguna ha servido para nada. En lugar de decirse las cosas a la cara, a estas alturas todavía no han afrontado de verdad el problema. Ambos están incómodos el uno con el otro y ninguno se atreve a sincerarse. En lugar de eso no hacen más que dar rodeos. Una peligrosa espiral, porque el tiempo juega en contra de todos. En especial de Manolo Salvador. La fase previa de la Euroliga apremia y la necesidad del director deportivo de cerrar antes la plantilla choca con la incógnita del banquillo.

El pasado jueves volvieron a sentarse alrededor de la misma mesa Quico Catalán, Juan Ignacio y Manolo. Junto a ellos, Miguel Ángel Ruiz, el consejero que más pinta en materia deportiva y que ejerce como una especie de mediador entre ambas partes. Agua. La cita terminó sin nada en claro. Quico le dijo que cuenta con él para la próxima temporada y le preguntó si se siente con fuerzas para continuar. JIM contestó que adelante, que no tiene ninguna oferta concreta pero que si llega algo lo comunicará. El mismo discurso que cuando el año pasado Luis García estaba planificando al mismo tiempo que se reunía con el Valencia y después fichaba por el Getafe.

Hay cosas que caen por su propio peso y la nula sintonía entre Quico y JIM es una de ellas. Por más que intenten aparentar normalidad, son demasiadas heridas sin cicatrizar. Hoy por hoy están jugando una fría partida de ajedrez en la que uno espera que el otro ataque y viceversa. Pero ninguno mueve pieza. El entrenador, porque pese a los cantos de sirena de Grecia e Inglaterra no tiene nada encima de la mesa. El club, porque es consciente de que su contrincante está contra las cuerdas y no se la va a jugar a pagarle la rescisión ni a tomar la decisión de desprenderse del entrenador que más lejos ha llevado a los granota en su historia.

Sin embargo, la situación empieza a ser insostenible. Pese a sus resultados, JIM no goza del cariño que en la grada despertaba Luis García. Más bien al contrario. En el Consejo tampoco es que quieran empujarlo, aunque tampoco lamentarían su marcha, mientras que dentro del vestuario a lo largo del curso el míster ha ido granjeándose feroces enemigos, desde el doctor —que tampoco contaba con la confianza del anterior cuerpo técnico— a los fisioterapeutas. El de Rabasa incluso se ha planteado la posibilidad de irse a casa.

De todas maneras, no es en la directiva ni en el personal raso de Orriols donde está el origen del incendio que amenaza con arrasarlo todo. El verdadero foco es que JIM ha perdido a una parte del vestuario. No pasó desapercibido en la fiesta de celebración por Europa que en ningún momento fuese manteado. Y aún menos que después de haberlo incluido en el reparto lo hayan dejado sin primas a última hora. Una manera de pasarle factura por decisiones que no han hecho más que alimentar el odio de su facción más crítica. Léase, entre otras cosas, negarle a Rubén minutos el último día, la suplencia de Juanlu en favor de Botelho o el ostracismo de Pallardó, uno de los veteranos del equipo.

No es, sin duda, el mejor panorama para arrancar la próxima temporada. Por eso, para el Levante es una obligación arreglarlo, ya sea para bien o para mal. Si deciden romper, adiós y muchas gracias. Pero si JIM continúa, algo que a tenor de los resultados sería lo mejor, no puede ser en estas condiciones. Para que saliese bien, Quico y todo el club deberían respaldar al entrenador hasta las últimas consecuencias y reforzar su figura, que no puede estar a expensas de tantos balazos. Y sobre todo, es urgente hablar claro, sin tonterías.