El Alma del Ciutat

Las horas más difíciles de Iborra

Rafa Carretero | 16 DIC. 2011 | 12:08

Tras varios partidos por debajo de su nivel, sobre todo tras tocar fondo en Pamplona, Iborra terminó perdiendo la titularidad. Un golpe que acabó de torcer el gesto de uno de los pilares del Levante líder. Encima, apenas unos días atrás había trascendido prácticamente al unísono, por un lado, el interés de Del Bosque por verlo en directo pensando en La Roja y, por otro, el del Sevilla en ficharlo. Dos buenos motivos en apariencia a los que el personal se agarró para explicar de primeras su bajón deportivo. Sin embargo, la cara del jugador de Montcada decía muchas cosas más.

Sí, lo decía su cara, pero no su boca. Sólo un círculo muy reducido estaba al tanto de la realidad. A la espera de ser por primera vez papá en febrero, las cosas iban mal en el embarazo. Aunque Iborra no cayó en la tentación de usarlo como excusa. Uno de sus agentes se citó con Quico Catalán para explicarle la situación y el cuerpo técnico fue informado también del mal trago por el que estaba pasando. Anímicamente se le veía algo bajo, pero había pedido máxima discreción a todos. La procesión iba por dentro.

Por un cúmulo de circunstancias, Iborra volvió a jugar de inicio en el Camp Nou. En cierto sentido, era una manera también de subirle la moral en un partido en el que el equipo había reservado a varios de sus titulares. Sin embargo, el destino quiso que los hechos se precipitaran esa misma noche. De regreso a Valencia por carretera, ya que el equipo se desplazó en autocar, Iborra fue informado del nacimiento de su primera hija, Alma. Como se temía, un bebé prematuro que apenas pesó medio kilo.

Tras varios días con cuidados intensivos la pequeña no pudo salir adelante. El levantinismo se consternó con la noticia. Por su expreso deseo de mantener un tema personal en la intimidad, el club no hizo ningún tipo de comunicado, aunque al final se vio obligado a confirmar el desenlace. Contra el Sevilla hubo un minuto de silencio en el Ciutat antes de un partido que él mismo terminaría disputando. "Míster, es cosa de Dios. Si me necesita estoy para jugar", le dijo a Juan Ignacio.

Ya el día posterior al fallecimiento de su hija se había presentado al entrenamiento. Muchos sentimientos en poco tiempo. Juanfran le dedicó el tanto de Nano con una senyera que llevaba el dorsal 10 y con el pitido final terminó derrumbándose. Entre lágrimas y abrazado con Munúa abandonó el campo enormemente emocionado. Fue la única exhibición pública de un asunto personal que ha llevado de manera ejemplar en la intimidad.

Sin ir más lejos, el pasado lunes, día del responso, el propio jugador solicitó al club que sólo acudieran sus personas más allegadas. La única representación oficial fue la del presidente, amén de algún empleado y los jugadores de su círculo íntimo. "Es joven, volverá a tener la oportunidad de ser padre", aseguró Ballesteros, el ‘papá’ del vestuario, que tiene en Iborra a uno de sus hijos predilectos. Ahora posiblemente más.