Con mal sabor de boca

Quico Catalán bajó al vestuario

Rafa Carretero | 31 OCT. 2011 | 11:33
undefinedv class="MsoNormal">El Levante sabía que la primera derrota del curso tendría que llegar, pero no se imaginaba que fuera así. Los granotas jugaron un mal partido en Pamplona y le pusieron el triunfo en bandeja a un Osasuna que ganó con lo mínimo y que encima tuvo que sobreponerse a dos sustituciones por lesión y a una expulsión.
El de Juan Ignacio fue un equipo desconocido, errático en defensa, con fallos no forzados, desafortunado, con futbolistas como Iborra y Del Horno muy por debajo de su nivel y obligado a renunciar a su estilo con un juego combinativo en largo cuando Mendilibar se pertrechó con una defensa de cinco. Después de una racha triunfal, y pese a haber dado síntomas de agotamiento ya contra la Real Sociedad, lo cierto es que al Levante le habría gustado doblar la rodilla de otra manera.
Consciente del momento, Quico Catalán llegó al vestuario antes incluso de que los jugadores entraran. Fue el primero en darles ánimos. El presidente se encontró con un bloque tocado moralmente, consciente de que el mundo no se acaba pero escocido por la manera en la que cayó en el Reyno y cedió el liderato.
En el avión de regreso no se escuchó ni una mosca. Caras largas y silencios, como un duelo. Ni siquiera el recibimiento de unos 200 aficionados en Orriols sirvió para subir la moral tras la primera derrota en cinco meses, que se dice pronto.
Juan Ignacio se mostró “orgulloso” de sus jugadores y decidió que hoy sea día libre para desconectar. En cierto sentido, el revés es incluso un alivio para un equipo al que los focos empezaban a deslumbrar y que tiene claro que lo extraordinario no se puede convertir en rutina. Eso sí, que le quiten lo bailao.