El malo de la película

El halago debilita

Toni Hernández | 30 SEPT. 2011 | 09:19

Supongo que quien lea esto luego me dirá de todo… o no. El análisis de las cosas debe ser profundo, frío, concienzudo. Si sólo nos dejamos llevar por la proximidad, por el cariño a unos colores, ahí estamos empezando a cometer pecados capitales.

El día del Barcelona, el equipo de Unai cuajó una gran primera parte, con llegada, presencia, despliegue físico. Con problemas atrás, de ahí el gol de Pedro, pero en general, buen planteamiento y ejecución. Pero la segunda fue muy floja, sin llegada, sin hambre, sin pegada, temeroso. De hecho, el partido terminó debajo de la portería de Guaita, con Mestalla encogiendo el corazón y pidiendo la hora.

Contra el Sevilla se volvió a vivir una de esas pesadillas tan frecuentes en el equipo los últimos años. Un once extraño, un planteamiento marciano y un resultado, contra 9 rivales, que no podía ser más doloroso. No sólo se perdió un partido, sino parte del crédito ganado días atrás contra el mejor equipo del mundo y en el arranque de Liga.

Y frente al Chelsea, por mucho que queramos destacar que el equipo no se vino abajo, que luchó, que no se rindió, que empató y se partió la cara, lo cierto es que analizando ocasiones de uno y otro, si Diego Alves no tiene el día que tuvo, al Valencia le pintan la cara en su estadio. Destacamos el partido del brasileño, pero… ¿cómo es posible que los ingleses pudieran llegar tanto y tan fácil jugando fuera de casa?

Ni antes éramos el mejor equipo del mundo, ni ahora se va a bajar a segunda. Este grupo tiene virtudes, y carencias. Las primeras hay que potenciarlas, teniendo muy claras cuales son. Las segundas, Unai, tápalas. Contra equipos como el Racing o el Sporting, incluso quizá contra el Granada este fin de semana, ciertos aspectos negativos pasan más desapercibidos, porque la calidad del Valencia es superior. Pero cuando juegas contra conjuntos de tu nivel, o incluso un peldaño superior, sufres como no podías imaginar.

La autocomplacencia, el halago, debilita. Se convierte en un feroz enemigo interno que te mina sin darte cuenta. Y luego, cuando explota, ya no lo puedes parar. Este Valencia está en construcción, con jugadores muy jóvenes. No queramos que corran más de lo que deben, o se estrellarán. Y a toda la pléyade de halagadores de estómago agradecido (a García todos le ponen a parir, y siempre lo tenemos en la boca), calma. Hacer la pelota al “jefe” se debe controlar. Porque si te pasas todo el verano diciendo que Unai es el mejor entrenador que puede tener el Valencia, ahora no puedes cuchichear al oído que vayas pensando en un repuesto.