El debate sobre quedarse en el actual Mestalla me hace mucha gracia
Estamos dando vueltas a algo que sabemos que no, pero parece que sale más a cuenta el desgaste que el sentido común
El Valencia no puede quedarse en Mestalla, y como llevo diciendo desde 2006, el día que se tire abajo llorará como un crío, porque no entiendo mi vida sin ese trozo de cemento. Nos guste o no, esto es así, y no tiene vuelta de hoja desde hace muchos años, pero muchos, y es curioso, porque cuando de verdad se está a punto de iniciar la fase final de las obras, después de tres lustros paradas, ahora resulta que todo el mundo sabe lo que se tiene que hacer.
Y no, no voy a poner en duda lo que diga nadie que es experto en una materia de la yo no tengo ni la más remota idea, aunque en redes sociales resulte tentador el hecho de parecer que sabes de todo. No soy arquitecto, no soy constructor ni promotor, sólo escucho a unos y a otros, confío en los que confío porque son amigos de toda la vida, y veo ciertos mensajes que no termino de entender más allá de un interés muy particular que no me cabe en la cabeza.
Le estamos dando vueltas a algo que, hace apenas un año, ni se contemplaba, y aquí las manifestaciones eran para que el nuevo se hiciera. Ahora es todo lo contrario, y mi duda, creo que más que razonable, es que no hay nadie que me garantice que mañana no habrá otro cambio más, siempre en función de cómo sople el viento, o del relato de cada uno. El Nuevo Mestalla es nuestro futuro, desde hace casi 20 años, y eso es algo que no tiene discusión.