La permanencia granota que más se resiste

El conjunto granota sigue sin certificar la permanencia en una contínua lucha por llegar a los ansiados cuarenta y cuatro puntos

Redactor Jefe | 20 ABR. 2014 | 17:03

Haciendo balance y viendo la botella medio llena, el Levante UD puede darse con un canto en los dientes. Por virtud, en el partido entre el Getafe y el Levante en el Ciutat, habría que plantear el sentido que adquirió la confrontación. Fue un partido metálico, denso y con escasa fluidez por ambos bandos. Un encuentro confuso y sumamente oscuro en su concepción y materialización.

Nada que ver con la luminosidad de otros enfrentamientos. Quizás fue el típico partido de final de temporada entre dos equipos que están escribiendo todavía su propio destino en el marco de la categoría. Hay tensión y presión. Angustia y e incertidumbre en cada segundo cuando el final se vislumbra. Desde esa perspectiva, es una evidencia que la igualada en el feudo de Orriols presenta un cariz muy divergente en función de los intereses particulares y personales determinados por cada uno de los dos contendientes. El Levante traspasa la frontera de los cuarenta puntos para fijar su casillero en cuarenta y uno. El Getafe se queda con treinta y dos puntos y permanecerá una semana más en puestos de descenso a Segunda División A. Las distancias son siderades. La permanencia en la elite se acerca un paso más. Desde ese aspecto, el punto tiene un significado que no resulta testimonial para la escuadra granota.

Habrá que valorar el sentido que adquiere para la sociedad perpetuarse por los intrincados vericuetos de la Primera División. Los choques cuando se vislumbra el epílogo del campeonato no son un compedio de virtudes. Interesa más el fondo que las formas. Es evidente que el duelo entre el Levante y el Getafe no fue un compedido de estética. No hubo belleza sobre el tapiz verde aunque el concepto de belleza en ocasiones hay que readecuarlo a las necesidades que establece el guion. Caparrós descartó en la previa de la cita que el Getafe tuviera más valores en juego que el Levante. Por momentos, los dos dversarios rivalizaron sobre el césped con tozudez. Parecía una quimera desplazar el balón con fluidez y entrar en contacto con el esférico se antojaba una aventura interestelar para cada bando. Las botas de los protagonistas no estaban muy ajustadas. Y las imprecisiones se imponían al rigor.

Quizás el más beneficiado en esa fase del duelo fue el Getafe. El Levante no mostraba precisión y no se acercaba en exceso a los dominios de Julio César. El meta abanderó la revolución presentada por el contrario en el Ciutat. El Getafe mudó su piel en un partido con sabor a final. No hubo demasiadas concesiones en el primer acto. El cuero se convertía en un bien difícil de gobernar. El Levante no encontró soluciones para arquitrabar su juego y dotarlo de contenido. El colectivo granota perdió la esencia que caracteriza a su juego. Y quizás los errores en la retaguardia, eran el fiel exponente de esa tendencia hacia el desorden general. No obstante, las mejores opciones tuvieron la rúbrica de los atacantes azulgranas. Casadesús, quizás uno de los jugadores más activos, rozó el gol en una acción que nació de la imaginación de David Barral.

El delantero mallorquín perdió la orientación del gol en el último golpeo. Hubo que esperar hasta la segunda fase de la cita para retomar la acción del gol. Baba armó su ìerna para ajustar un balón al palo largo del arquero visitante. Y Xumetra encontró vías de acceso hacia los dominios de Julio César por el costado derecho del ataque local. Fueron los momentos de mayor clarividencia local aunque ya se sabe una de las máximas de los choques en esa fase del curso. Cuando ganar parece aventurado hay que mantener el resultado inicial. Maquiavelo lo tendría muy claro si realizara un análisis de los contendientes. La igualada encamina al Levante hacia la permanencia. Es el gran y deseado objetivo compartido por la totalidad de los estamentos blaugranas. Y un fin que justifica cualquier medio.