¿Por qué Juanfran sí y los demás no?

Caparrós se ha echado a la espalda un indulto pese a dejar claro desde el primer momento que con el muerto de la purga no cargaba

Rafa Marín | 08 JUL. 2013 | 12:55

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es Juanfran. El único enmerdado en el posible amaño que continúa en el Levante porque así lo ha pedido Joaquín Caparrós. Decisión tan sorprendente como contradictoria. Sorprendente porque Manolo Salvador, que ha tenido cintura, se lo iba a fumigar también. Contradictoria porque después de adelantarse a los acontecimientos exigiendo que con el muerto de la limpieza no cargaba, Caparrós se ha echado a la espalda un indulto. ¿Por qué a él sí y a los otros no? Los criterios deportivos están a su favor, aunque para el club, puesto que no hay pruebas fehacientes que lo incriminen ni lo absuelvan, es tan inocente o culpable de venderse como los demás.

A diferencia de Ballesteros, Juanfran mantuvo el norte y pese al destrozo psicológico llevó las cosas de una manera menos contaminante. En realidad se resguardó desde el primer momento bajo un paraguas para no mojarse de Aquarius en plena batalla campal. Lo suyo fue ver las botellas volar desde una esquina del vestuario, donde se puso a estirar igual que podría haber estado chamando. Si le hubiese tocado ser suplente no habría sido como el temido Munúa. Deportivamente acabó de titular indiscutible, todo lo contrario por ejemplo que Juanlu, quien peor parado ha salido tras admitir su conversación “de broma” con Aranda, el amigo que visitó varias veces el hotel de Zaragoza el día que Quico Catalán y su Consejo más olieron a chamusquina. Y en comparación con Barkero siempre se lesionó mucho menos y se recuperó antes.

Caparrós se la ha jugado porque desde Juanfran va a ser más responsabilidad suya que ningún otro. Sin embargo, el riesgo no es haberse quedado a un acusado de venderse por un compañero. Juanfran es uno de los excapos señalados en la guerra civil granota, el verdadero motivo de la purga más allá de la recomendación desde LFP y AFE de pasar la fregona. Y es que el problema del Levante no ha sido el presunto amaño del partido contra el Deportivo ni el posible bis con el Celta de Vigo del que nadie habla ni la persecución del sheriff Tebas, al que se le ha allanado y mucho el camino.

El problema es que el Levante eran Juanfran y los suyos, un grupo menguante que perdió el poder ante los pocos pero fieles a Juan Ignacio y sobre todo ante los que iban por libre o jugaban a varias bandas. Si la purga era necesaria es porque el vestuario, donde hubo alguno que trató de colar una gastroenteritis para borrarse, echaba ya demasiado olor a corrompido. He ahí la razón por la que Barkero, pese a la credibilidad perdida yéndose al Zaragoza de Agapito, pusiera el grieto en el cielo después de años de sospechas internas y una votación a mano alzada reconocida anónimamente desde dentro para aceptar o desechar la propuesta de otro club. Por eso se fichó a Caparrós, porque además del eslogan tan vendible de la cantera tiene látigo para poner orden.

Si es inocente, a Juanfran le sobran motivos para estar enfadado por el silencio del club y en especial con la tibieza de Quico hacia la que era su gran guardia pretoriana. En un ataque de orgullo incluso llegó a decir que al final sería él quien decidiese si seguía aquí después de todo lo ocurrido. Palabras que se llevó el viento, como tantas otras cosas.