Ilusión se escribe con P, de Paco Roig

Pero leamos el fondo, no la forma

Toni Hernández | 15 NOV. 2012 | 13:04

El titular puede sentar mal a algunos, es posible, aunque me da básicamente igual, porque decir que ilusión, en el Valencia, se escribe con P de Paco Roig, es hablar de una forma de ver la vida y el fútbol, de motivar a una afición que parece sedada, que ni se enfada, que está dormida, que ve cómo las cosas ocurren, simplemente pasan, y nadie se para a explicarlas, razonarlas o analizarlas.

Paco tiene muchos enemigos, personales e ideológicos, él lo sabe, lo admite como natural por su forma de ser, y sé, porque lo conozco bien, que le gusta, porque se posiciona, y eso siempre genera partidarios y detractores, porque elegir es renunciar, pero también es creer.

Tampoco me voy a tapar, y Paco es amigo, desde hace muchos años, siempre hemos tenido una excelente relación, que jamás se turbó en los 16 años que nos conocemos. Es un tipo genial en la distancia corta, que enamora, que te convence. Es también un terremoto, y cuando las cosas no salen como él quiere, mejor vayamos a los refugios, es el lugar más seguro.

Paco tiene 72 años, y yo firmaría llegar a su edad con esa vitalidad, esa fuerza, esas ganas, ese humor, y porqué no decirlo, esa mala leche. No sé qué pasaría si tuviera 10 años menos, pero visto lo visto, a mi no me gustaría ser Manolo Llorente, aunque en esa guerra personal que tienen los dos más de tres lustros, ni entré en su día, ni entro ahora, ni entraré nunca, porque los asuntos personales son eso, personales.

Roig y Llorente

Ni Manolo heredó un club como para poder alardear, ni Paco falta a la verdad en muchas cosas de las que dice. Pero repito, esa batalla es personal, estrictamente personal. El problema es que quien paga esta guerra, quien sufre las consecuencias de este desgaste de la imagen del club es el Valencia.

El “roigismo”, y que nadie tosa, es un estado de ánimo futbolístico valencianista. Con Paco se recuperó la autoestima, se creció en abonados, en peñas, en ingresos, en definitiva, en ilusión. Ahora mismo, le pese a quien le pese, el pesimismo, y quiero ser delicado en este punto, es una nota común en los valencianistas. Ya nadie piensa que se pueda toser a Barcelona o Madrid, y esto, con Paco, fue bandera, y por primera vez en décadas, se les miró a los ojos con firmeza, a la cara, convencidos de que ganarles era posible.

Aquel Valencia, en lo deportivo, tenía semejanzas con el actual, incluso me atrevería a decir que era inferior, pero desde el club emanaba tal cantidad de energía, a pesar de los follones casi diarios, que Mestalla era capaz de ver cómo 40.000 espectadores acudían a ver un Valencia - Hércules de Copa del Rey, habiendo ganado 0-3 la ida. ¿Alguien imagina una escena como esa hoy? Ni si quiera en un partido de Liga, ni de Champions League.

El valencianismo debe despertar de su letargo, y por mucho que a alguno se le reproduzca la úlcera, o la almorrana, vaya usted a saber, cuando Paco Roig sale a escena, los cimientos tiemblan, el público quiere escuchar, para bien o para mal, pero suscita interés, tiene alma. Tiene carisma.

Voy a terminar mi artículo hablando de un mundo idílico, que ni existe ni va a existir, porque los odios africanos van más allá, y todo está enquistado en un punto de no retorno. Pero si todos los egos que rodean al valencianismo se fundieran en un solo frente, este club sería lo que fue. Mucho más de lo que fue incluso. Aunque intuyo que de nuevo, por desgracia y para vergüenza de todos, los juzgados y no los campos de juego será donde sea más noticia el Valencia. Una pena, una amargura, un pensar que el trabajo de muchos años, de mucha gente, yo mismo, no ha servido para nada.