Quico tiene un problemón con Juan Ignacio

El técnico tantea su marcha por la ilegalidad de la cláusula de renovación y la desconfianza del presidente

Rafa Carretero | 19 ABR. 2012 | 16:57

¿Va a seguir en Orriols?. "Desde que he venido aquí, he sido honesto. Estoy súper feliz en el Levante y tengo un excelente grupo de trabajo, unos jugadores fenomenales. Y estoy muy agradecido a Manolo Salvador, que me dio la oportunidad de venir. Además, tengo contrato. No voy a dar titulares. Estoy siendo todo lo honesto que puedo". Es la respuesta de Juan Ignacio Martínez, plagada de evasivas y palabras de decoro medidas al milímetro. Las ha pronunciado esta mañana después de que en las últimas horas haya trascendido que el entrenador milagro podría plantar al Levante. Un riesgo que ha encendido todas las alarmas en Orriols.

El técnico de Rabasa quiere desmarcarse de un problema que está encima de la mesa. En apariencia, tiene que ver con su cláusula automática de renovación por la permanencia. Juan Ignacio y sus abogados entienden que es unilateral por parte del club y que por tanto formalmente puede ser ilegal. Es decir, que hay un resquicio para romperla sin pagar el millón de euros de la cláusula de rescisión. Quico Catalán, por el contrario, defiende que es conjunta y peregrinamente argumenta para ello que la firmaron ambos. Sin embargo, en el fondo sabe que las consultas legales que ha hecho le dan la razón al míster. Las aguas bajan muy revueltas.

La cuestión de fondo no es que el entrenador aspire a una mejora de contrato, algo que ni él ha pedido ni que el Levante parece hoy por hoy dispuesto a darle pese a que juega en clara desventaja por el temporadón que JIM se ha marcado. Lo que verdaderamente ocurre es que la frialdad con la que Quico ha vuelto a tratar a un técnico con el que no congenia puede pasarle factura. Y es que, sin duda, el distanciamiento es mucho mayor de lo que él mismo podía pensar.

A partir de ahora, JIM quiere lavarse las manos públicamente pese a que su malestar es vox pópuli y está esperando un guiño para decidir si continúa o no en Orriols. La del pasado martes fue la primera vez en más de dos meses que presidente y entrenador comieron juntos, pero el encuentro fue más fortuito que otra cosa. Durante más de dos meses no ha habido ninguna toma de contacto sobre planificación. El respaldo de Quico, además, es con la boca pequeña y el entrenador en su fuero interno lo sabe. El presidente, para más inri, duda de que algún club pueda venir y llevárselo pagando traspaso. Incluso ha hecho de ello un motivo de sorna, algo que ahora le puede costar un disgusto.

Luis García no quiso el año pasado irse por las bravas y pagó un millón (menos los 150.000 euros de Pallardó) por su libertad. Sin embargo, dejó claro que acudiendo a un tribunal podría haberlo hecho gratis. Es el mismo panorama que se presenta ahora con Juan Ignacio, también cansado del modo de trabajar de un presidente que mira más hacia la galería que para donde debería. Y es que el mundo de color de rosa que la propaganda granota insiste en vender no tiene nada que ver con la realidad.