En el Valencia no debemos dramatizar todo, eso es el enemigo
Hay que ser fríos, mucho, y pensar sólo en lo que tenemos delante, porque cualquier otra cosa sería un tremendo error

El miedo puede matar al Valencia y a todos los que estamos alrededor. Miedo a despeñarnos por un barranco como hace 37 años, y esta vez con una posible serie de efectos que nadie sabe qué magnitud podrían llegar a tener. Que no debamos ser presa del pánico no exime de que seamos conscientes de dónde estamos, de las razones por las que estamos ahí y quién tiene la culpa. Son temas completamente distintos. Primero el uno, y luego el dos.
Por supuesto que no se puede dormir por las noches, y que te levantas sin haber descansado, y que el fin de semana sin fútbol te lo pasas pensando en la maravilla que sería que todo esto te diera igual, porque tendrías una vida muy diferente. Pero una cosa es eso y otra afrontar lo que viene con los cinco sentidos puestos en que termine bien, en no dramatizar más de la cuenta, en no caer en ese círculo vicioso que termina en “qué desgraciados somos” o en el ya manido “no sé dónde vamos a sacar tantos puntos”. Ponernos a hacer cábalas no tiene sentido, no nos lleva a ninguna parte y sólo va a aumentar la ansiedad, si es que eso es posible tal y como está el patio.
El miedo hay que desterrarlo. Hay que olvidarlo. Hay que guardarlo en un cajón y tirar la llave. Porque con miedo sólo vamos a conseguir que las piernas nos tiemblen, que se nos quiebre la voz, que nos vaya a explotar la cabeza y el corazón y, si todo eso pasa, dará igual que juguemos esos partidos o que los dejemos de jugar, porque no habrá ya nada que hacer y estaremos muertos en la bañera sin remisión. Lo viene diciendo Baraja desde hace semanas: no debemos caer en el dramatismo. Y aun así nos puede, por muchas cosas, aunque algunas de ellas no termine de verlas nada claras. Pero hay que respetar todas las formas de vivir esto.