Ser trabajador del Valencia

Trabajar en el Valencia siempre ha sido una suerte y un privilegio… hasta hoy. Ese honor que siempre ha supuesto que te llamara el club de tu vida se ha convertido poco menos que en un golpe de mala suerte, porque cuando entras por la puerta de las oficinas para llevar a cabo tu labor, pase lo que pase, te vas a llevar palos de todos los colores.

Así no es que sea difícil, es que es imposible, no se va a ninguna parte, y lo que es pero, ya no es que no se tenga reconocimiento alguno, es que tampoco existe ningún respeto. Ahí dentro hay muchos valencianos y valencianistas, que no ganan sueldos millonarios, que cobran su salario del club, y que sufren, como cualquier de nosotros, con todo lo que pasa a todos los niveles, que aquí no hay nadie ajeno a ello.

Se puede tener más o menos acierto, o incluso éxito, pero lo que no puede pasar, lo que no debe pasar, es que se confundan los términos y vaya todo en el mismo saco. Este trabajo, como cualquier otro, conlleva sus sacrificios, aunque no todos tienen una vertiente de exposición pública sujeta al insulto fácil y, en muchos casos, absolutamente anónimo.

No hablo de Peter Lim ni de Meriton, sino de la gente que trabaja todos los días en el Valencia y por el Valencia, que podríamos ser cualquiera de nosotros, que a nadie se le olvide. Soy de los que sigue pensando que estar en tu casa es un honor, y que aunque lleva aparejado hoy en día un desgaste innecesario, siempre valdrá la pena. Siempre.