Las lágrimas de Ricardo Arias son el Valencia
Ver hundido a un símbolo nos debe hacer pensar, porque él ya ha estado donde vamos si no ponemos todo para evitarlo

“Bron, no te quiero volver a ver así. Porque entonces nos vamos todos a la mierda. Como dices tú, ¿“me entiendes?”. El lunes empezó a así en mi teléfono con Ricardo Arias. La semana había sido dura, muy dura, y lo que hablamos me lo guardo para mí que a nadie le interesa, pero sus lágrimas del sábado cuando acaba el partido… Amigo, eso son palabras mayores, eso es verdad absoluta, eso es sentir el Valencia en los más profundo, tener claro dónde estamos y dónde podemos acabar, y cómo es. Porque Ricardo ha estado allí, y ese mal no se lo desea ni a su peor enemigo.
Sabe lo que nos estamos jugando, sabe cómo estamos y sabe lo que se necesita, pero tiene que ser respetuoso con todas las formas de pensar, porque siempre lo ha sido, y no dirá nada que pueda herir a nadie, porque por encima de todo entiendo que cada uno vive el valencianismo a su modo y manera, y que nadie, y todos, tenemos razón. Pero cuando se le ha insultado y vejado, cuando se ha puesto su nombre en entredicho, cuando ha sido objeto de burradas incalificables, y ves esas lágrimas, y encima lo conoces tanto, porque es mi hermano pequeño pero mayor de edad, tienes claro la salvajada que se ha cometido con él.
Y con otros también. Cuando perdemos el norte con los referentes, el problema es mucho más grave que tener un propietario que vive a espaldas de la realidad que nos rodea. Si Arias, don Ricardo Penella, está así, es porque sabe qué viene detrás. Y aunque se va a enfadar conmigo, sólo por ser un señor mayor (que no viejo), y tener experiencia acumulada de todo tipo, le deberíamos tener un enorme respeto. El que él le tiene al Valencia.