Una pretemporada para construir y evitar el descalabro de 2024

La diferencia entre improvisar y construir se empieza a notar en verano. Carlos Corberán tiene por primera vez todo el proceso en sus manos, no llega a mitad de camino y esta vez sí, se puede decir que está ante su primer proyecto completo tras ganárselo salvando los muebles en 2024-25.

El técnico ha sido claro desde el primer contacto con el club: la pretemporada no puede ser un trámite. Debe servir para ordenar, corregir y afinar automatismos. La plantilla necesita respuestas desde el primer minuto, y eso solo se consigue si las piezas encajan con tiempo. De ahí la importancia de que las renovaciones clave se concreten cuanto antes y que los refuerzos lleguen en fase de preparación, no a última hora.

Corberán quiere un bloque corto, reconocible y comprometido. Su sistema exige concentración táctica, agresividad sin balón y coordinación en presión. No es un fútbol de improvisación ni de inspiración individual tal y como se vio en varios tramos del pasado curso. Es estructura. Por eso, si los jugadores que deben ser importantes no están desde el principio, se corre el riesgo de repetir errores La temporada pasada comenzó con dudas. Falta de ritmo, de ideas y de roles claros. Baraja lo arregló como pudo, pero el equipo siempre fue a remolque. Esta vez, la hoja de ruta está marcada con antelación (o al menos esa es la idea que se está vendiendo). Se han planificado amistosos de creciente exigencia, se ha preparado un stage en un lugar perfecto para concentrarse y el cuerpo técnico tiene clara la carga de trabajo de cada jugador, incluidos los que volverán más tarde tras los compromisos internacionales.

Más allá de los nombres que puedan llegar, la prioridad es que el bloque principal esté cuanto antes en manos del entrenador. Porque cada día cuenta y el Valencia debe comenzar a sumar desde el principio independientemente del calendario.