Diez años después de la liga de Málaga

Se cumple una década de la primera gran gesta del Valencia de Rafa Benítez

Toni Hernández | 05 MAY. 2012 | 01:45

El 5 de mayo de 2002, la historia del Valencia Club de Fútbol dio un giro de 180 grados tras noventa minutos en La Rosaleda, una victoria por 0-2, con aquellos goles para la historia de Fabián Ayala y Fabio Aurelio, y un título de Liga que no se ganaba desde 1971.

 Aquel día en Málaga, una generación de valencianistas, o quizá dos, volvieron a ver cómo se conquistaba un torneo que parecía maldito, inaccesible. Recuerdo mi infancia escuchando las historias que me contaba mi padre sobre la Liga de Sarriá, el gol de Lamata, y aquel empate entre Atlético de Madrid y Barcelona que permitió a los Abelardo, Sol, Barrachina, Claramunt, Forment, Valdez, Jesús Martínez, Sergio, y la dirección de Don Alfredo Di Stéfano cumplir el sueño del irrepetible Julio de Miguel.

 Rafa Benítez, ese hombre de perfil bajo a su llegada, cercano, extraordinario, que luego ha evolucionado hasta ser el que es, dirigía a un grupo de jugadores que, salvo contadas excepciones, conformaba un equipo de futbolistas y de personas, irrepetible desde muchos puntos de vista. El madrileño exprimió a ese grupo hasta la última gota de su ser, y sacó lo mejor que podían dar. Me gustaba decir, y pensar, que Angulo y Rufete, los banda derecha de ese Valencia, habían ganado la Liga a Figo. Nada más, y nada menos.

La Liga casi se había ganado una semana antes, en aquel mítico partido contra el Espanyol, con la expulsión de Amedeo Carboni, los goles de Rubén Baraja, Mestalla respirando, latiendo, y la Real Sociedad dando fuerte al Real Madrid. Si el Valencia vencía en la capital de la Costa del Sol, estaba todo hecho. Sin Carboni, sancionado, el equipo jugó como solía, con todo, a por todas, y se llevó el partido de calle. Cuando acabó aquel encuentro, la ciudad explotó, todo ardió, las emociones contenidas de dos meses de mayo llenos de lágrimas, de derrota, de sufrimiento.

Las sensaciones que se vivieron aquel mágico 5 de mayo de 2002, inolvidables de todo punto, quizá sólo se puedan revivir cuando este club gane la Champions League. Creo que no habrá otra forma de hacerlo.
Diez años han pasado de aquel mágico día, de esas 24 horas de radio extraordinarias que tuve la suerte de poder compartir con Julio Insa, en una maratón que nadie pensaba que pudiéramos hacer, pero que con coraje, corazón, esfuerzo e ilusión sin límites, pudimos completar para compartir con miles de valencianistas una felicidad que no se había vivido en más de tres décadas.

Guardo ese día en el cajón de los momentos maravillosos que el fútbol me ha dado, porque todo lo vivido, sentido, no se puede olvidar. El valencianismo gritó con fuerza, con desahogo, con esa energía que sólo Dios sabe de dónde sale, CAMPEONES DE LIGA. Con la perspectiva del tiempo, más nos debemos dar cuenta de lo conseguido, de lo que aquella pandilla de buenas personas, mejores que jugadores, logró conseguir.

Una década después, con la nostalgia del recuerdo, con la amargura que genera la impotencia de ver imposible repetir aquellas gestas, el Valencia camina por un sendero incierto, con la Champions en el bolsillo a modo de título honorífico. Lejos quedan las imágenes de la Plaza del Ayuntamiento, de Mestalla, del aeropuerto de Manises… Qué lejos, y juraría que fue ayer. 10 años. No dejemos que pasen otros 10 más.