La magia de Mestalla es el valencianismo

El día que nos vayamos de Mestalla será uno de los peores de mi vida. Estoy totalmente seguro de ello, no tengo ninguna duda. No sé los años que tendré, pero seguramente haya superado los 50 o los acabe de estrenar. Demasiado mayor para olvidar algunas cosas, y sobre todo, para tener recuerdos por primera vez. Mestalla será el campo donde iba de la mano de mi padre siendo un retaco, entraba de “calvot” en los 70, donde crecí y me hice hombre y profesional, porque encima tuve la suerte de ligar mi trabajo al club de mi vida.

Allí he vivido cosas que sólo soñé, y que en ese santuario convirtieron en realidad. Su fachada, sus gradas, mi sector 8. Eso se viene conmigo donde sea que yo vaya, y hasta que esto se acabe. Y claro que tengo miedo al futuro, porque cuando se cambia siempre se tiene esa sensación de vértigo, de incerteza ante lo que viene, aunque también es cierto que tenemos motivos para ser optimistas y mirar al futuro con una sonrisa.

Porque si Mestalla tiene ese magia, además de por su verticalidad y su encanto, es por su gente, es por nosotros. Porque tenemos una forma de vivir nuestro equipo que está por encima de todo, que genera un espíritu distinto, personal, nuestro y solo nuestros. Y ahí, los veteranos vamos a tener una misión importante, tanto como la del legado del sentimiento.

Porque tenemos que trasladar al Nuevo Mestalla todo lo que hemos vivido en el viejo, y eso será algo muy grande. Cuando estoy en modo valencianista sólo me sale ser optimista, y creo que esto puede ser una de las cosas más bonitas que pasen en nuestro entorno en muchos años. Y depende sólo de nosotros.