La importancia del grupo en el Valencia de Bordalás

“La manada es la fuerza del grupo”. La frase la popularizó (no existía el término viralizar en aquella época) Quique Sánchez Flores, aunque es de Rudyard Kipling. Más allá de padres ideológicos, lo cierto es que se trata de una verdad como un templo, y aunque cuando la escuché por primera vez no supe entender el valor absoluto de lo que decía, después de formar y convivir con grupos profesionales de jugadores de fútbol, tengo claro que es una filosofía de vida para llevar a la máxima potencia. Hay equipos de fútbol que tienen una calidad media X, mayor o menor, pero que si se comportan como una manada, si van a todos a una, si son realmente una familia en la que de todo se sacan conclusiones positivas y suma todo el mundo aunque no juegue, aumentan ese nivel medio a cuotas mucho más elevadas. 

El Valencia de Benítez es el ejemplo más gráfico que podemos encontrar en la historia reciente de nuestro club, y el de Bordalás, salvando mil distancias y detalles, es otra buena muestra de ello. Tenemos las limitaciones que todos sabemos, llegamos donde llegamos en muchos momentos, pero más allá de rendirnos ante lo que podría ser evidente, este grupo se rebela ante la adversidad y se niega y resiste a ser lo que su potencial real indica.

Estamos mirando hacia arriba y clasificados para jugar una final de la Copa del Rey. Eso nadie lo hubiera dicho en el mes de julio o agosto, y sólo por eso ya lo tenemos que poner en valor. El técnico alicantino ha logrado que haya una plantilla de tipos que se van juntos de comida (puede parecer una chorrada, pero es más complicado de lo que nadie pueda imaginar), que hagan una piña real de buen rollo, que vayan todos en la misma dirección. De forma individual igual no somos los mejores, pero como colectivo, como manda, tiene que sudar sangre para quitarnos lo que es nuestro.