Un día los bandos en el Valencia se acabarán, y los "malos" ya no estarán

Es posible que lo hagamos de forma inconsciente, quizá se deba a la vorágine en la que vivimos de forma consciente, pero es algo que ocurre

Toni Hernández | 23 SEPT. 2017 | 10:20

En Valencia no tenemos piedad del que cae por el camino, y en los últimos años han sido muchos. Y se nos nota a todos cuando hay filias y cuando hay fobias, se nos nota demasiado, porque nos cuesta mucho separar lo personal de lo profesional. Algo muy humano, pero un lujo que los que nos dedicamos a contar cosas, a informar a la gente, no nos podemos permitir. Siempre ha habido bandos en esta ciudad, siempre, y facturas pendientes. Lo hemos visto en las salidas de García Pitarch, Damia o Alesanco, de forma muy clara, transparente, cristalina. Los periodistas nos hemos olvidado de nuestro oficio de una forma complicada de entender, y hemos pasado un púlpito en el que adoctrinar a quien se deje. Cuando Marcelino decía que Alesanco había sido clave en los fichajes nadie dijo nada. Cuando ha estado fuera, hay manadas de buitres hambrientos que hacen menos saña de un cadáver.

Y por desgracia es "lo normal", lo que hacemos siempre. Si el tipo en cuestión no tiene muchos amigos, como es este caso, el destrozo es inevitable, y si el susodicho habla porque también tiene derecho, se convierte un objetivo de críticas que dan entre miedo y pena. Y ahora viene la segunda parte, la de hacer más grande el socavón de los bandos, porque con una vacante libre, hay que colocar al amigo de turno en el puesto, hacer campaña, decir lo bueno que es para lo que sea aunque no haya ejercido de ello en su vida. Eso no es lo importante, porque lo urgente es colocar al amiguete, tenerlo bien metido, para que luego pueda conseguir lo que sea necesario. Llevo en esto desde 1994, y lo he visto tantas veces que me da mucha fatiga presenciarlo de nuevo.