En el Valencia todos somos José Luis Gayà

Acaba el partido del Valencia, hemos empatado a dos cuando todo estaba perdido. Los jugadores preguntan qué pasa, si estamos salvados o no. Se buscan, se miran, consultan al cuerpo técnico, a los móviles, a los iPads. Pero hay un jugador tendido en el suelo que no mira nada de todo eso. Que llora con la cabeza entre las piernas de pura tensión, de nervios, incluso también de miedo.

Es José Luis Gayà, que si no fuera el lateral izquierdo de este equipo habría estado en las gradas de Mestalla dejándose el alma y la garganta, como reza el grito de guerra. Era un tipo roto, superado por tanto sufrimiento, por esa angustia que nos lleva atrapando a todos tantas semanas.

Miraba esa foto y pensaba que no hay derecho, ni por él ni por supuesto por nosotros, que con casi 50 tacos no se puede estar llorando y temblando de miedo mirando un partido de fútbol, que eso no es normal. Gayà somos todos nosotros, y repito, viendo esa estampa recuerdo todo lo que se ha dicho de él este año, y las veces que le hemos puesto en duda, y no lo entiendo.

Ha sido una temporada de la que todos merecemos y necesitamos vacaciones, pero de verdad, de las de esconder el móvil y no sacarlo en muchos días, porque hay que limpiar muchas cosas, resetear muchos aparatos mentales. Vayamos a Sevilla, ganemos el partido, recojamos las cosas, y apaguemos la luz, que eso es lo que le hace falta a cierta parte del valencianismo. Que luego quedará la otra guerra, que va a ser mucho más complicada.