Rubén Baraja, el nexo de unión de dos generaciones de valencianistas

Mestalla va a mirar con ojos como platos al 8 del Valencia en la tarde hoy. Hace 14 años que Rubén Baraja se marchó por ese túnel de vestuarios, a hombros de sus compañeros, y ante la atenta mirada de Bernardo España, Españeta. Fue la última vez que lloré en un campo de fútbol hasta 2019, cuando estuve con mi hija y con mi mujer en el partido del Centenario del club.

Ahora, ese 8, es nuestro entrenador, el hombre que nos salvó de un descenso que era poco menos que seguro, que ha conseguido devolvernos la ilusión aunque haya quien todavía se niegue a sonreír quizá por la falta de costumbre que tenemos desde hace ya unos años. Los niños que ahora tienen 15 años ven al entrenador del equipo, y hoy van a poder ver a uno de los mejores jugadores de la historia.

No será el Pipo de los goles contra el Espanyol, más quisiera él, pero podremos verlo de nuevo, soñar que estamos otra vez en 2004, y recordar que ese hombre es el que nos quiere volver a hacer felices y grandes como en aquel entonces.

Lo que vamos a vivir no es fácil de ver, por muchos y distintos motivos, y me gustaría que valoráramos el día de hoy en toda su extensión, porque tiene una importancia que quizá sólo podamos calibrar dentro d muchos años, como pasó con el encuentro del Centenario. Baraja es el nexo de unión entre dos generaciones, y ojalá en no demasiado tiempo sea que nos ha devuelto la gloria como club, que no hay cosa que más ambicione el propio Rubén que eso. Sí, esta nervioso como un chiquillo, pero me encanta.